Crédito Autorizado.

Por Rogelio Rivera Melo.

De esas veces en que te llaman de un banco para ofrecerte un «crédito preautorizado», pero uno solamente quiere amistad. 

12:32. En algún lugar de la CDMX.

Vibra mi baticelular, ese que uso sólo para asuntos de mi oficina – un teléfono que no suena a menos que sea una emergencia nacional o se le haya olvidado al Jefe en dónde dejó sus boletos del melate.

Una voz masculina pregunta «¿Hablo con Felipe Aragón?» Su acento es sudamericano. Casi estoy seguro de que es argentino.

«No«, contesto. «Quién habla?»

«Soy Juan Villa, de Banco Santander. ¿Conoce a Felipe Aragón?«

Como hoy tenía tiempo libre y ganas de platicar con alguien, le contesté amablemente: «No, señor. Pero dígame en que le puedo servir».

«Banco Santander tiene una tarjeta de crédito preaprobado para usted, señor… ¿Cuál es su nombre?«

«Juan Escutia«. Contesté seguro de que Villa descubriría mi engaño. Pensé que los extranjeros que viven y trabajan en México deben saber quiénes fueron los Niños Héroes. Pero no.

«Señor Escutia, si usted tiene una tarjeta de crédito, Santander le iguala el monto, no paga anualidad, los tres primeros meses son sin intereses y le otorgamos una tasa preferncial. ¿Cuenta usted con alguna tarjeta de crédito?«

Voz emocionada, como si me hubiera ganado la beca del FONCA. «Sí, claro. Hace diez años Elektra me dio un crédito con tarjeta«.

«Mmm… ¿Y no tendrá otra tarjeta de algún banco?«

«También tengo de Banco Azteca«.

«Mi institución me pide que para que le autoricemos su crédito preaprobado tiene que tener una tarjeta de Banamex, BBV, Banorte, Inbursa o Sears. Es para que le igualemos el monto de crédito. ¿No tiene una de esas?«

«¿A poco me van a igualar los setenta mil pesos de mi crédito Elektra?» Hasta yo pude sentir la emoción de ser El Elegido.

«Lo siento, señor. Elektra no es un banco«. Como sonó tan desilusionado como los mánager de los padres de los 43 cuando Francisco dijo que no tenía nada que hablar con ellos, me sentí obligado a poner emoción en su vida una vez más.

«Tengo una de Bancomer...»

«Perfecto, señor Escutia. Nada más llenamos unos cuantos formularios y puede usted pasar a su banco a recoger su tarjeta preaprobada«. Con ese acento argentino, imaginé perfectamente a mi interlocutor con la sonrisa macabra de Macri cuando supo que viviría en la Casa Rosada.

«Oiga, señor Villa. Pero ¿no podrían venir ustedes a dejarme el dinero? Es que Santander me queda muy lejos«. Se rió de mi el cabrón. El muy boludo…

«Estoy seguro de que Banco Santander tiene una sucursal cerca de usted. ¿Cuál es la dirección a la que llegan sus estados de cuenta?«

«Calle Colegio Militar 1847, Colonia Niños Héroes, ChinchesBravas, Sonora«. A ver, si te ríes ahora, wey.

«¿Código Postal?«

«No tengo. Pero hace mucho calor aquí. También hace frío cuando cae nieve. ¿Cómo está el clima en Santander?«

«Hace frío. ¿Podemos seguir con el cuestionario? ¿Fecha de nacimiento?» Ya sonaba encabronado – cabreado, pues – don extranjero

«¿Qué tanto frío? ¿Cómo en Murcia? Yo una vez fui a Murcia…«

«Señor, no puedo hablar de eso. Pero si me dice su fecha de…«

«Es que me caíste bien, Felipe. Podemos ser amigos. ¿Estás casado?«

«Señor, me van a regañar. Estoy trabajando«. Hágame el favor. Eso me enchiló. Le voy a dar todos mis datos al pendejo este y no quiere ser mi amigo.

«¡Wey, yo también estoy trabajando! Y llevamos 30 minutos hablando y a ti te vale madres si me interrumpes o no! Yo sólo quiero ser tu amigo. ¿Ni eso puedes hacer? Es más, ya no quiero hablar contigo. Pásame a tu supervisor«.

Me colgó.

Por eso no funcionan las relaciones hoy en día. Nomás quieren cogerte y ni tus amigos quieren ser. Me dueles, mundo.

Ya guardé el número de Felipe en mi teléfono. Dice «Mal Amigo«.