Por Rogelio Rivera Melo.
Creo que uno tiene que aprovechar al máximo las oportunidades para crear tradiciones familiares, sobre todo si se trata de aspectos de crecimiento humano.
Han asistido a la Feria del Libro del Palacio de Minería desde que eran pequeños. Ahora ya la esperan.
Éste, como cada año, nos levantamos temprano para ir a desayunar. Platicamos sobre los libros que adquirían. Unos ya sabían nombre, autor y editorial. Otro se mantenía expectante sobre lo que vería. «Cuando sepa te digo». Los demás no tenían idea.
Cada año que los llevo a la feria lo hago esperando crear una tradición. Una que trascienda y alcance a mis nietos y a sus hijos.
Quiero que se sumerjan en el mundo de las letras, los libros, los lectores. Deseo que vean que hay mucho más que librerías acaparadoras, libros bestsellers y propuestas de libritos escritos con recetas de cocina. Que disfruten de la experiencia. Que platiquen con los autores, con los lectores, con los editores y vendedores.
Lo hago con la intención de que en diez, quince, cincuenta años sigan asistiendo, ya no con su padre, sino con sus hijos. Que si no lo hacen por la libertad, el gozo y el placer que les brinde la lectura, al menos que lo hagan por nostalgia y añoranza de cuando su padre los traía a la Feria Internacional del Libro.