«… si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla«.
Dicen que cuando uno comienza algo y se mantiene haciéndolo durante treinta días, el cerebro se “reconecta”. Esa es la esencia de los “Retos de 30 días” (lean el texto; está bueno). Y como la letra sin obra no sirve, me he dado a la tarea de cumplir, por un mes, esos retos personales que siempre quise hacer.
El reto de 30 días para marzo de 2018 está enfocado en las fortalezas que uno posee. Toma papel y pluma. Quiero iniciar con dos preguntas. Escribe las respuestas.
- ¿En qué consideras que eres mal@?
- ¿En qué eres realmente buen@?
Durante la semana pasada, hablando sobre el reto de este mes, hice las mismas a varias personas de diferentes edades y debo confesar que los resultados me sorprendieron. Al contestar la primera, todos los encuestados enumeraron una serie de cosas. En algunos casos incluso tuve que interrumpirlos porque, en su perspectiva, eran malos en demasiados aspectos. Sin embargo, cuando tenían que contestar la segunda, la lista de las cosas en las que eran buen@s nunca pasó de tres.
Analizando lo anterior, me di cuenta de que la imagen que cada quien genera de uno mismo – o al menos aceptarlo en público – en raras ocasiones es tan positiva como debería. Generalmente, somos renuentes a hablar de las cosas en las que uno tiene habilidades y preferimos enfocarnos en lo que somos más torpes.
Te has dado cuenta de lo difícil que es poder expresarte sinceramente cuando te preguntan «Y tú, ¿en qué eres bueno?» Sin embargo en el momento en el que alguien nos cuestiona sobre nuestras debilidades, podemos hacer una lista enorme de ellas.
Comencemos por el principio, ¿no? Debería empezar por contestar las preguntas. Pero al hacer mi lista me doy cuenta de que no es tan fácil andar diciendo en qué soy malo y en qué bueno.
Hay varios aspectos en los que soy bueno en lo general, pero al ir ahondando en lo particular, quizá ya no lo sea tanto. Por ejemplo, creo que soy bueno para los deportes de contacto, me gusta el box pero no soy especialista, y creo que no podría ganar una pelea de box de diez rounds.
Y si hablamos en el aspecto emocional, mi experiencia personal me hace decir que soy malo en eso de la empatía. Pero varias personas me buscan para contarme sus problemas y pedirme consejo para resolverlos.
Sin embargo, puedo decir que profesionalmente, soy muy buen maestro, me gusta enseñar. Sin embargo, sé que hay materias que simplemente no podría impartir.
Eso me lleva a la primera conclusión de mi reto: lo que tengo que aceptar sobre mis fortalezas y mis debilidades es que son relativas. Puedo ser muy bueno para unas cosas, pero si ahondo en el tema, quizá no lo sea tanto. Y viceversa.
La tarea del día será hacer una lista de esas cosas bien particulares en las soy bueno. Y ser bien específico. Por ejemplo: Soy muy bueno para hacer traducciones del inglés al español de textos que no sean muy especializados. Para eso soy bueno.
Creo que uno puede andar por la vida sin conocerse a sí mismo a profundidad. Conozco a más de uno que lo hace. Pero ya lo decía Sun Tzu: «Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas; si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada batalla ganada perderás otra; si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla«.
Y uno debe conocer sus alcances y sus límites. A profundidad. Mientras más sepas qué es lo que puedes hacer y en qué debes prepararte para hacer bien algo que desees, las oportunidades de éxito se van a multiplicar.
Preparo mis listas. Y quiero ver las suyas.
Veremos.
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Texto y fotografía por Rogelio Rivera Melo.