Olvídese de soltar al tigre… nada más no suelte al burro.
Había una vez un ranchero que tenía un rancho con un gran árbol plantado en la parte trasera de la casa. En ese árbol, el dueño acostumbraba amarrar su burro.
Una noche, el diablo llegó y desató al burro.
El animal, viéndose libre, caminó hasta la huerta de la casa vecina y se introdujo en ella con gran alboroto.
Debido al escándalo, la propietaria de la huerta salió de su hogar, escopeta en mano, y disparó a la bestia que invadía su propiedad.
El amo del borrico, al escuchar el disparo, corrió a ayudar a la vecina, pero encontró a su burro muerto. Con la ira carcomiendo sus entrañas, el dueño del animal atacó a la mujer con el machete.
Cuando el esposo de la mujer volvió a casa esa noche y halló muerta a su cónyuge, levantó la escopeta y siguió el rastro de sangre hasta la casa del vecino. Entró y, a balazos, exterminó al responsable de la carnicería ocurrida en el patio de su finca.
Los hijos del dueño del burro tomaron venganza y también mataron a quien asesinara a su padre. Y no conformes con eso, quemaron la casa, la huerta y el terreno del otro.
Cuando Dios miró esto, le reclamó al diablo por su actuación. El demonio, llorando de la risa, replicó: «Yo solamente solté al burro».
La moraleja de esta fábula es que si quieres que todo se vaya al carajo no es necesario ser tan malo, solamente basta con soltar a un burro.
Excelente…
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