AMLO

Esta es una teoría de conspiración. Pero ¿podría ser posible que hoy sea algo real?

A finales de 1988, el futuro del partido que llevaba 70 años en el poder estaba en riesgo. Incluso era posible que las últimas elecciones las hubiera perdido de no ser por uno de los incidentes electorales más lamentables ocurridos en la historia del país: la infame caída del sistema.

Los estrategas del sistema sabían que no les quedaba mucho tiempo. La gente ya estaba llegando al hastío de tantos y tantos años en el poder, de tantos abusos y de tanta corrupción. Hartazgo del dinosaurio.

El próximo presidente le dio la misión a un joven político de su mismo partido: Crear una oposición fuerte y violenta con la finalidad última de perpetuar el poder y la hegemonía de una de las más largas dictaduras de facto en el mundo.

Utilizando el nombre del candidato perdedor en el reñido proceso electoral, y con la complacencia del partido hegemónico – al que aún le quedaba una enorme cantidad de poder – se erigiría una gran plataforma de oposición, en la que el infiltrado iría escalando posiciones hasta llegar a la cúspide.

En efecto, al partido de la dictadura perfecta aún le quedaban dos sexenios en el poder. Después del asesinato de uno de los políticos más prometedores – y el candidato con más futuro – se nombró a su jefe de campaña como el próximo presidente: un tipo gris y sin futuro. Todo estaba arreglado para que se realizara la entrega de la estafeta presidencial a un partido de oposición.

Cuando un político con botas y sombrero, simpático pero inoperante, llegó a la presidencia, la oposición – ya liderada por el infiltrado – hizo hasta lo imposible por desestabilizar el país. La violencia y la falta de oficio para gobernar hizo que las aspiraciones del nuevo partido en el poder para mantenerse en la silla presidencial se hicieran humo después de dos sexenios. Con críticas y acusaciones, logró que la población no votara por ellos y volviera al partido dinosaurio.

El infiltrado entonces llevó a cabo una de las jugadas maestras del plan: fracturó a la oposición verdadera. Creó su propio partido y fue añadiendo a éste a los viejos conocidos del régimen dictatorial – incluso el artífice del fraude de 1988 está en su «nueva organización política». Acabó con la oposición dura.

Mientras tanto, el partido al que pertenecía hizo lo que tenía que hacer: jugó su parte de forma magistral: El último sexenio está lleno de tejes y manejes que parecen dedicados a saquear el país, a enardecer a la población y a allanar el camino para la alternancia. En pocas palabras llevó a los ciudadanos al hastío. De esta manera, la mayoría no votaría ni por el partido en el poder, ni por su antecesor de la oposición.

Poco a poco, el infiltrado – ya como autoridad suprema de la oposición – hizo todo para llevar los hábitos y costumbres de la dictadura a una izquierda que no es izquierda – desde el populismo hasta la compra de votos, pasando por el reclutamiento de jóvenes y viejos políticos autoritarios.

Los viejos dinosaurios saben que no hay pérdida. Incluso pusieron de candidato a un hombre que era del otro partido, sabiendo que su triunfo sería todo un desafío. Si gana la oposición – como es posible que suceda – las viejas prácticas, con todo y sus orquestadores, estarán de vuelta.

El presidente de 1988 lo había previsto: El futuro de México, con AMLO como presidente, es el futuro de un PRI que ya no puede llamarse así, pero que ahora se llama MORENA.

¿Quién dice que los mexicanos no saben hacer planes a largo plazo?

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