Archivo diario: 30/09/2014

La Retórica de lo Trivial. 30 Septiembre, 2014

Hola. Tengo treinta y siete años. Y me estoy muriendo

Me estoy muriendo.

Quizá te preguntes por qué no te había dicho antes, pero la muerte es algo sobre lo que la gente no quiere escuchar muy seguido.  Por favor, no me juzgues.

Aunque es la primera vez que escribo sobre esto que me pasa, no es algo nuevo. Es una certeza que me golpea en la cara todos los días al despertar. Una realidad que está compenetrada en mi ser desde hace tiempo.

Antes de abrir los ojos por las mañanas intuyo que mi final está ahí, acechando detrás de la oscuridad que me rodea. Y también sé que no puedo cambiar eso. Sé que voy a morir. Lo único que puedo hacer es convencerme a mi mismo de palpar esa certeza y estrujarla hasta que duela: me obligo a levantarme con un mantra personal para desterrarla de mi pensamiento. ¡Arriba, arriba! Y lo repito para recordar que todas esas cosas que deben realizarse en el día no van a hacerse solas.

Desde que sé que voy a morir comprendí dos cosas: 1. No me queda mucho tiempo para hacer lo que quiero; y 2. aunque vivimos con la esperanza de que mañana las cosas serán mejores, quizá no sea así.

No quiero hacer un drama de esto. Si me conoces bien sabes que a veces me dejo llevar por la emoción y que puedo ser todo un dramaturgo, pero también sabes que, ante todo, prefiero la comedia: siempre he disfrutado de un buen chiste – incluso a mis costillas.

Sabes que me encanta pasar el tiempo con gente que ríe del mundo y de sí misma. A un ser humano que puede soltar una carcajada sincera cuando le sucede algo malo es casi seguro que reciba toda mi confianza. En cambio, si una persona no puede esbozar una sonrisa con cosas que le dan alegría, imagina lo que le harán las desgracias. Y de esas personas ya no quiero en mi vida. Ya no tengo tiempo para esa gente.

¿Quieres que te diga cómo se siente saber que vas a morir? Te diré que, una vez que lo aceptas, pierdes el miedo. Ahora no le temo a la muerte. El día que decida llegar a tomarme de la mano – hoy, mañana, el día después de mañana – realmente espero que no se encuentre con un hombre paralizado por el terror de mirarla de frente. Confío en que será lo suficientemente civilizada para permitirme darle pelea y que ese día ella se haya levantado diciendo «¡Arriba, arriba! Que Roy Rivera Melo no va a venir solo». Y si no lo hace sabré que ella tuvo miedo de mi.

Pues si, lector amigo, lectora amiga, supongo que saber que morirás no es tan malo: Te abre los ojos a una nueva perspectiva. Te da una mirada profunda y de paz que tratarás de no perder incluso en los momentos más amargos y caóticos. Te da la libertad de derramar lágrimas de emoción cuando ves algo que consideras hermoso, sin tener que esconder la mirada. Te permite entender que tus hijos no son tuyos, que tu pareja es una persona diferente a ti, que la vida no es como quisieras, que no tienes tanto tiempo como quisieras para leer, escribir, pintar, dibujar, viajar, comer, hacer el amor, conocer personas y hacer todo eso que planeaste un día. Que la vida no es justa y que todo tiene un fin.

Siendo honesto contigo, me da algo de tristeza, ¿sabes? Pero es el sentimiento de tristeza más liberador que he sentido. Pero también es el más comprometedor: Una vez que comprendes que cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo puede ser el último tienes la obligación de tomar una decisión. ¿Cuál? La que tú desees. Puede ser vivir en la negación. O hacer la vida imposible a los demás. O agonizar en lástima y tristeza. O compenetrarse en esto que se llama Existencia para disfrutar, transcurrir y terminar del modo más digno posible. O volverte una zanahoria y enterrarte en el jardín. Tú eliges.

¿Qué cuál fue mi decisión? Podría decírtelo, pero mejor te invito a que me leas, a que me conozcas, a que me busques y a que seas parte de este tiempo que me resta por vivir. Créeme cuando te digo que lo disfrutaré a más no poder: ese tiempo que nos queda juntos, esas experiencias que hemos vivido y esas que nos restan por vivir, serán, para mi, entrañables. Porque sé que no me queda mucho rato en este planeta.

Si llegaste hasta aquí, te agradezco. En recompensa te diré un secreto, te haré una pregunta y te daré un consejo. El primero es que, aunque no te hayas dado cuenta, también tú estás muriendo. La pregunta es ¿cuál será tu decisión para pasar el tiempo que te queda? El consejo. No tardes mucho en elegir.

No me queda mas que agradecer el que estés aquí. Espero – en algún momento – estar yo ahí, contigo. Tú dime cuando nos vemos. Espero que sea pronto – al menos que sea durante el corto tiempo en que coincidimos en el mundo. Los funerales son pésimos lugares para recibir a los amigos.

Veremos.