Archivo diario: 12/04/2012

La Retórica de lo Trivial XIV. Por Rogelio Rivera Melo.

Lo que realmente importa

Las relaciones humanas están llenas de altibajos. Ninguno de nosotros estamos todo el tiempo de humor, o sentimos lo mismo todos los días. Muchas veces nuestras reacciones ante los demás dependen de la situación que en ese momento estamos viviendo.

Habrá veces en que, incluso el padre más amoroso, sienta un ligero hastío hacia sus hijos. Es algo normal. Todos los que somos padres – y los que somos hijos – lo sabemos. Así como también hay veces en que hasta la más grave de las fallas – esa que normalmente desataría la furia – se deja pasar con una sonrisa y una palabra de aliento. Así somos los humanos. Incomprensibles, pero apasionantes.

Ahora, quiero dejar claro que las relaciones humanas van mucho más allá de un estado de ánimo. Y creo que, cuando hablamos de una amistad verdadera, ésta puede -debe- resistir una o dos, o cien, situaciones de tensión entre camaradas. Un amigo sabe identificar cuando debe guardar una respetuosa distancia y cuando abrazar fuertemente.

Ayer platicaba con una gran amiga sobre una de las cosas que, en la vida, nos lastiman sobremanera. Y no hablo de un dolor físico, sino un dolor profundo en el alma: Cuando una persona importante para nosotros, alguien a quien le hemos otorgado nuestra confianza, nuestro tiempo, nuestro amor, rompe el contacto y se aleja. Cuando un amigo se va, pues.

Hay separaciones que se dan por necesidad, cuando uno debe viajar o mudarse. Hay rupturas que se dan por que la relación no era lo suficientemente madura o firme. Hay veces en que nunca sabremos por qué fue que se acabaron las cosas.

En eso estábamos, cuando la tierra comenzó a estremecerse. Un temblor que pasa de 6 grados ya es terremoto. Y en México, sobre todo en la capital, el Distrito Federal, tenemos una psicosis antigua sobre los terremotos. Las alarmas sísmicas comienzan a sonar. El ruido que hace un edificio al bambolearse – en sus cimientos, sus cristales y en sus habitantes al desalojarlo – tiene una peculiar manera de crispar los nervios de cualquiera. De poner a uno en sintonía con el temblor… uno tiembla como la tierra.

La vida encuentra la manera ideal para decirnos, en el momento exacto, lo que realmente importa. Un movimiento telúrico con 6.7 grados de intensidad es una manera muy convincente para hacernos notar que la vida es efímera. Y que a los amigos que tenemos hay que cuidarlos. A los que se van – sea cual sea la razón por la que lo hagan – hay que apoyarlos y respetarlos. Quizá regresen. Y lo más probable es que, cuando lo retornen – y repito, si lo hacen – no sean los mismos que se fueron.

Ellos – aún cuando no vuelven – son una parte fundamental de nuestra esencia. Somos lo que somos por su compañía. Sin su presencia no hubiéramos evolucionado hasta nuestro estado actual. Demos gracias a la vida por ellos. Por las amistades pasadas, presentes y futuras. Los que viven cerca y los que viven lejos. A los que no vemos, pero que sabemos que están ahí. Cambiando, igual que nosotros, pero siendo ellos. Encontremos la manera de querer a nuestros amigos, incluso cuando no estén.  De eso se trata la vida. De vivirla bien pero, sobre todo, compartirla con otros.

Veremos.