Un ataque ansiedad puede hacer que uno sienta que le falta el aire. Y todos sabemos lo que significa no poder respirar bien en tiempos del Coronavirus. A mi ya me pasó.
Mi primer acercamiento con la situación de la pandemia fue actuar de acuerdo a mi experiencia. Tomarlo como una misión militar. «Si entramos en Modo Comando y todos acatamos las reglas y seguimos los lineamientos, podremos salir de este escenario lo más pronto y de la manera más segura», pensé.
Misión: Sobrevivir en un ambiente de aislamiento en un escenario de guerra bacteriológica.
La situación es complicada pero el resultado puede ser favorable donde siguen todas las normas y protocolos de actuación delineados en la orden general de la operación.
Imaginé nuestro hogar como una base humana en un planeta lejano en el que la atmósfera es nociva – letal – para nuestra supervivencia. Establecí protocolos de limpieza y desinfección interior y exterior. Se me ocurrieron métodos para realizar salidas al mundo de manera segura. Hice una lista de abastecimientos generales vitales para poder mantenernos a salvo durante el tiempo necesario. Llevé a cabo un análisis de posibles escenarios y corrí los estados financieros para cada uno.
En general, creí que estaba preparado para lo que viniera.
Estaba en un error.
Llevaba así, siendo en mi mente el comandante de una unidad militar desde mediados de Marzo, cuando empezaron las medidas de aislamiento en Europa. Ya 50 días. Pensé que podría continuar así. Pero mi cuerpo me sacó del error en el que estaba.
Ayer fue un mal día.
Ayer fue el día en que tuve mi primer colapso nervioso en toda mi vida.
En una vida en la que estaba acostumbrado a tener todo bajo control. Imaginario, incluso, pero bajo control. Mi control.
Una noche de demasiados cálculos estadísticos de las tasas de mortalidad y sus escenarios, que dieron como resultado una noche más sin poder dormir ni descansar. Y querer aprovechar el insomnio para hacer cuentas de los estados financieros y para realizar transferencias bancarias fueron demasiado.
El sueño jamás llegó.
Lo que sí vino fue un dolor de cabeza infame y la imposibilidad de respirar normalmente.
Y todos sabemos que significa no poder respirar bien en tiempos del covid-19.
J vino al rescate. Ella sabe lo que significa un ataque de ansiedad. Me lo tuvo que explicar. Hablamos largo sobre mis preocupaciones, sobre las de ella. Por primera vez en este período le externé mis miedos. Y, analizándolo, llegamos a la conclusión de que son válidos pero irracionales.
Ahí me quebré. Se abrieron las puertas de los sentimientos que solamente estaba almacenando en el cajón del «mientras esto acaba». Porque en realidad no sé cuándo termine o cómo. Y eso me aterra.
J me recomendó hablar con un terapeuta. Hay cosas que tienes que dejar en manos de los profesionales. Y me recomendó hablar con alguien más, amigos, familiares, alguien. Y es que como dice la sabia filósofa Shakira Mubarak, «No se puede vivir con tanto veneno» – y sí, ella es filósofa titulada en la universidad de Pennsylvania.
Ayer fue un mal día. Pero eso es lo que, al final, lo hizo bueno.
Ayer se rompió algo que ni siquiera sabía que existía.
Lo cuento aquí porque tengo que sacarlo del sistema. Y a mí no se me ocurre nada.
Y lo escribo porque me imagino que hay mucha gente en la misma situación, con colapsos nerviosos por la incertidumbre de los tiempos que vivimos. Por favor, si les llega a suceder busquen ayuda pronto. Llamen a alguien.
Es increíble como el cuerpo puede manifestarse, incluso cuando la mente está tratando, de forma infructuosa, de mantener la calma. Y es hermoso poder respirar bien sin imaginar que uno está infectado por algún virus. El miedo también te puede matar.
Hoy es mi primer cita con un terapeuta. Manden buenas vibras para el doctor. Las va a necesitar.
Veremos.
Está genial compartirlo, eso hace que se libere, pero sobretodo y lo más importante cuando eso sucede, es tener a quien comprenda y poder hablar, pues se lo que es perfectamente, el cuerpo se paraliza, una angustia constante, dolores, falta de aire, realmente la ansiedad tiene muchos efectos, en cada persona algo diferente, el primer paso es reconocerla.
Un saludo y recuerda expresa.. Así el alma libera..
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Te abrazo fortísimo, querido.
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