En enero aprendí que todo lo inicia tiene que terminar.
Mi vista cuando recibí la noticia de mi retiro
Este 2019 fue – completito – un año lleno de sucesos extraordinarios en mi vida.
Pero como siempre he dicho que las vivencias sin aprendizaje son meros acontecimientos en nuestro fugaz tránsito por este plano, durante estos últimos quince días del año, haré una remembranza de las cosas más importantes que aprendí durante 2019.
Enseñanza 1.
Lo que aprendí en enero de 2019.
En enero de 2019, aprendí que todo lo que inicia, tiene un plazo. Y que todo final siempre es la oportunidad de un nuevo comienzo.
El 15 de enero de este año – después de haber pasado 7,806 días trabajando en el mismo lugar – me jubilé.
Ese mismo día cumplí 15,270 días de vida. Lo que significa que, hasta ese momento, pasé casi la mitad de mi tiempo en este planeta en el mismo trabajo.
¿Podría estar a la altura de las nuevas circunstancias? ¿No sería un fósil ambulante a mis 42 años? ¿Qué es lo que sigue?
Esas fueron preguntas que me hice mil veces, antes de que llegara mi tiempo para retirarme. Cuándo el momento llegó no tuve más tiempo para dudas.
Y es que al terminar una etapa, tienes dos opciones: dejas que la incertidumbre se conviertan en tu alimento o la apartas para iniciar una nueva historia.
El yo del pasado – por bueno y experimentado que fuera – tendría que abrir paso al yo del presente – novato e inexperto.
Dicen que 20 años es nada. Pero en ese tiempo, la vida cambia. Uno cambia.
Pero si de cambio se trata, mi nuevo yo – sin experiencia en el puesto – es una mejor persona que la que nunca antes fue. Y, paradójicamente, se debe a la persona que fui por tantos años.
El 15 de enero de 2039, en 7,305 días – en 20 años, pues – les cuento qué tal me fue con esta nueva oportunidad.
Veremos.
* * * * *
Texto y fotos : Rogelio Rivera Melo.
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Yo también soy el que soy. 
Heroísmo Agonizante 101 (Sólo para principiantes) 