LA RETÓRICA DE LO TRIVIAL X. Por Rogelio Rivera Melo
La derrota del ganador nato.
Lo confieso. No me gusta perder. Me siento incómodo cuando me veo opacado por alguien, en alguna situación donde yo considero que tengo posibilidades de ganar. Y eso va desde el juego de mesa que disfruto con mis hijos, o en la política de oficina donde lucho por un puesto que creo merecer, y llevado al extremo, cuando trato de no darme por vencido cuando la competencia es conmigo mismo.
Conozco a mucha gente que tiene el mismo problema. Creo que lo anterior tiene sus bases en la educación que recibimos, donde “tenemos” que ser “el mejor”, “el primero” en todo, y que un segundo lugar significa “perder”. Vince Lombardi, entrenador de futbol americano dejó clara esta filosofía de GANAR ES LO IMPORTANTE, cuando dijo “Muéstrame a un buen perdedor, y yo te mostraré a un perdedor”. Una gran parte de la filosofía occidental moderna tiene a este estándar como bandera. Es más importante quien tiene más, quien gana más.
Así que vivimos en un mundo altamente competitivo. Desde pequeños nos enseñan que el que no llora, no mama. Así que lloramos con más fuerza que el vecino. Y exigimos lo mejor para nosotros. Tratamos de ser competidores. Y aprendemos que debemos ganar, a costa de todo, y de todos. Comenzamos a «jugar el juego». Pronto, nos vemos inmersos en una competencia contra todos. Y vivimos preparándonos para vencer.
Con el tiempo, tendemos a cometer el error de creer que somos infalibles y que el conocimiento, la fuerza, la destreza que tenemos será suficiente para salir victoriosos en cualquier situación. Y de pronto, ¡la catástrofe! Alguien más gana, las cosas no salen como pensamos, no fuimos los mejores… Y llega esa sensación de zozobra, acompañada del sentimiento de “pude haberlo hecho mejor”. Y como postre, la frase “soy un perdedor”. Así nos sentimos, y duele. Porque no ganamos.
No creo que sea tan malo educar a nuestros hijos para ser los mejores. Pero, ser el mejor implica que todos los demás están por debajo de nosotros. Y eso no es cierto. Hasta Lionel Messi, considerado por muchos como el mejor jugador actual de futbol, ha perdido partidos. Y (por favor, ayúdeme en esto), nombre a un deportista invicto, a un humano que no haya “perdido” en el amor, en el juego diario de la vida. Todos perdemos. Todos somos perdedores en algún momento de nuestra vida. Estadísticamente perdemos más de lo que ganamos. Porque la competencia es pareja y no se le puede ganar a todos. Punto.
Ahora creo que podemos aprender mucho si las cosas no salen bien. El fracaso no es algo que deba ser evitado a toda costa; deberíamos enseñar a nuestros hijos – a nosotros mismos, caray – a aceptarlo y a cultivarlo cuando suceda.
Muchos logros e innovaciones se dieron debido a fracasos de una primera vez que se suponía “ganadora”.
Y así como lo dijo Al McGuire, “ganar está sobrevalorado. Las únicas ocasiones en que es realmente importante es en las cirugías y en las guerras”.
Entonces, de acuerdo a lo anterior, prometo no molestarme cuando Regina, mi hija de ocho años, me gane al jugar Monopoly.
Veremos.
