De mi última estancia en Veracruz recuerdo la alegría de un pueblo que sabe reír hasta de sus problemas. Hoy no me parece tan feliz.
El "Puente de los Suspiros" se llama así porque quien lo atravesaba como prisionero sabía que tenía pocas oportunidades de volverlo a cruzar como hombre libre. De un lado están las infames "Tinajas", los húmedos calabozos del Revellín de San José, del otro, el paredón de fusilamiento del Fuerte de San Juan de Ulúa.
Hace años que no venía a Veracruz. Rocío y yo hicimos un pacto: mientras Javier Duarte fuera el gobernador del estado, nosotros no vendríamos a dejar nuestro dinero – y quizá nuestra vida – a tierras jarochas.
Hoy nadie sabe en dónde está "ese gordo", como todos parecen llamar a Duarte, el exgobernador, hoy prófugo de la justicia. Los veracruzanos ya están cobrando la venganza popular de ni siquiera mencionar su nombre.
"Si por nosotros fuera, al Gordo lo refundiríamos en las tinajas del fuerte. De por vida", me dice Rubén, el taxista que me lleva al otro lado del recinto portuario veracruzano. "Solamente los del PRI saben en dónde está"
"Apenas están volviendo las aguas a su cauce, pero la recuperación no será ni fácil ni rápida", me comenta Dulce, la vendedora de recuerditos en la parte exterior de las murallas del fuerte militar. "El Gordo ni siquiera nos dejó la esperanza de poder llevarlo a la justicia".
Hace años que no visitaba Veracruz. De mi última estancia recuerdo la alegría de un pueblo que ríe y festeja la vida. Hoy percibo en los habitantes de este lugar una tristeza velada. Ubicados todos en un Puente de los Suspiros, con la incertidumbre de lo que viene por un lado y la certeza de la quiebra política en la que se vive.
Así las cosas en Veracruz, México. Espero que todo fluya para bien.
Veremos.