Archivo diario: 22/05/2013

La Retórica de lo Trivial LXXVII

¿Qué contesta uno cuando le preguntan ¨En qué crees¨?

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La Retórica de lo Trivial LXXVII

¿Eres católico?”, me preguntaron hace muy poco. La respuesta fue (y sigue siendo) no. “Cristiano, entonces”, fue una aseveración. Sonaba el hombre muy seguro de sí mismo. La respuesta fue: “No, tampoco”. No pude ver la cara del entrevistador, pero imagino que entornó los ojos y tuvo que pensar mejor la próxima pregunta – ya que se tardó un poco más en hacerla. “¿Eres musulmán?”

En ese momento, me pude dar cuenta que tan acostumbrados estamos los mexicanos a dar por hecho cosas. La respuesta fue la misma… No.

“¿Y, entonces, en qué crees?”… Esa, lector, lectora, fue la pregunta más inteligente que me hizo durante la entrevista.

Aunque sé que este texto caerá dentro de la categoría de “lectura pecaminosa no aprobada por la curia romana y/o los pastores bautistas, anabaptistas, luteranos, metodistas y anexas» – apelando al amplio criterio de todos los que leen el blog – me arriesgaré a publicarlo. ¿Y, entonces, en qué creo?

He creído en muchas cosas durante mi vida. Podría hacer una lista de varias páginas, pero les diré solo algunas – para no dejarlos sumidos en la oscuridad. Cuando era niño creí en los reyes magos, en la virgen de Guadalupe, en mis padres. Conforme uno va creciendo, las creencias van evolucionando de acuerdo a las necesidades básicas. Vinieron el sexo por amor, los amores de toda la vida, las oportunidades que el estudio me daría. Y de adulto-joven (categoría en la que me encuentro aún) en el Instituto Federal Electoral, en los políticos, en mis jefes, en mi país.

Creo que esa respuesta no le hubiera bastado a mi entrevistador. Él se refería a un tema mucho más espiritual, mucho más “católico” – en su acepción de “universalidad”. Además lo escrito en el párrafo anterior está en pasado. En eso creí. La pregunta está en presente.

En ese punto me di cuenta de la falta de astucia lingüística de mi interlocutor (y del exceso de mis expectativas para con él). Creo que hubiera bastado con un: “Y hablando de religión, señor, ¿cuál profesa usted?”. Pero la pregunta “¿en qué crees?”, aunque muy vaga tenía todas sus esperanzas en uno de esos ejercicios dignos de La Retórica de lo Trivial. Pero me contuve – no tenía ganas de discutir con mi entrevistador – y me las arreglé para solamente contestar «Creo en una fuerza superior – llámela como la quiera llamar”. Sonrisa en los labios. Los míos. “Ah, y también creo en mí… A veces.” Silencio. Tres segundos. Respiración. Una palabra por respuesta: “Bien”.

Pero no me quedaré con las ganas de escribir en La Retórica sobre el tema.

Nací en un hogar medio católico. Mi madre es católica. Por ese simple hecho cumplí con casi todos los ritos católicos que me tocaban: “Bautizo”, “Confirmación”, “Primera Comunión”. Me salté el de “Toqueteos con el Cura” porque siempre me han dicho que la pedofilia es una aberración – aunque no lo diga la Biblia. Mi padre… uy, nunca le he preguntado qué era.

Luego conocí a mi ex esposa. En esa época en que creía que el amor lo puede todo. Y que es para siempre. Ella cristiana. Yo católico. Un fatídico día, llegó la pregunta obligada: “¿Y en qué iglesia nos vamos a casar?”. Mi respuesta (de hombre católico, cristiano, musulmán o zapatista): “En la que nos quede más cerca, ¿no?” Tuve que haberlo visto venir en ese momento. Pero no. Aún creo que el amor deja ciegas – y vuelve estúpidas – a algunas personas. Me casé. Cristianamente.

Con el tiempo – y después de haber aprendido mucho de la Biblia (algunas cosas buenas, lo acepto) y de congregarme un buen rato en iglesias cristianas, me di cuenta de que las reuniones religiosas (judeocristianas, eh) no son más que otro medio existente para que aquellos que tienen una percepción elevada de sí mismos, puedan justificar su intolerancia y sentido de pertenencia.

Algo así como los que le van a un equipo de futbol equis, que demeritan e insultan a los seguidores de los otros equipos. No he encontré una iglesia, templo o capilla donde no existan los mismos problemas. Celos, hipocresía, más interés por lo monetario que por lo espiritual. Enclaves de cristiandad deshonesta.

Además algunas de las creencias dogmaticas cristianas son tan anacrónicas y cerradas que rayan en el sectarismo. Quemar libros por ser “del diablo”, es algo que va mucho más allá de mi tolerancia. Dejé de creer. Mi ex esposa no. Obviamente ella no compraba los libros que tenían que ser quemados. Los que ella compraba eran los “aprobados” por don pastor.

Luego, me divorcié. Laicamente. Por la ley civil del libre y soberano estado mexicano. Pago al césar lo que es del césar y a mis hijos su pensión.

Hay quienes, con la mejor intención del mundo, me invitan a buscar al verdadero salvador. Les informo que ya lo conozco. Al menos al que se congregaba en la iglesia a la que iba. Y como, de acuerdo a la doctrina vigente, él es uno y solo puede ser uno. Al conocer a ese, conozco a todos. Y la verdad es que nos llevamos bien, eh. Nada de resentimientos. Hasta donde yo sé, él me ama. Si algún día me lo topo – y si es como dicen que es – lo podremos platicar con un buen vino destilado de agua.

¿En qué me deja eso? ¿En qué estado de “religiosidad” me encuentro hoy? Si fuera un teaser de película hollywoodense podría leerse así: “Nacido en la fe romana. Excomulgado por amor, aceptó su pecado. Perseguido por las sectas por no ser cordero de dios. Alcanzado por la ley. Él es… el pecador que vive en paz.”

Entonces, wey – ya basta de tanta retórica trivial. Solo contesta… ¿en qué crees? Si hubiera aceptado ser “borrego de Dios” podría recitar aún… algo así… Creo en Dios Todopoderoso… Creador del Cielo y la Tierra… De todo lo visible y lo invisible (Creo-que-me-lo-sé-de-memoria).

Hoy, yo creo. Creo que me tomaré una cerveza.

Veremos.

Epílogo: Si usted, lector, lectora, cree que el texto anterior ofende a sus creencias religiosas… No se espante. Debió haber visto el borrador no editado para ser políticamente correcto.

 

Categorías: Reflexiones | 9 comentarios

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