El amor de una madre por su hijo es tan amplio, tan grande, tan puro… Solamente es igualado por el amor de un hijo hacia su madre. O casi.
Para constatarlo, Heroísmo Agonizante 101 fue invitado, por el dramaturgo Alberto Castillo, al Teatro Xola-Julio Prieto, ubicado en la colonia Del Valle, a la representación de su obra «El Edipo imaginario o Embarázame y Vete».
La guapísima Graciela (Yolanda Ventura) siente que «se le va el avión» y desea, con todas sus fuerzas, tener un hijo. Empleará todos los recursos a su disposición – incluidos los de su tía Josefita (Lupita Sandoval) – para conseguirlo. Pero a su plan le hace falta un pequeñísimo detalle («tan pequeño que ni siquiera se ve»), un espermatozoide. Ella no quiere un hombre, no quiere un padre para su hijo, no quiere un compañero, lo que ella necesita es un semental. Y el elegido (de acuerdo a su estatura, inteligencia, color de cabello y puesto en la compañía) para tan loable misión es Eloiso (Beto Torres). Pero Eloiso se enamora. Y comienzan los enredos.
La obra es una farsa. De principio a fin. Aunque no dudo que habrá personas que crean que es un ataque a la figura materna, «El Edipo imaginario» es una caricatura de todas esas madres melodramáticas que van por ahí, queriendo y amando a sus hijos «por sobre todas las cosas». Y de todos esos hombres acomplejados (edípicamente) que viven queriendo y amando a sus madres «por sobre todo lo demás». Así de sencillo.
Es curioso que la obra haya sido escrita hace 20 años y que, después de todo ese tiempo, siga tan vigente en sus premisas. La esencia de los seres humanos no cambia. Cambian las circunstancias.
«Mi hijo será un ángel»… «Si voltea a ver a otra mujer, le saco los ojos»… «(Mi niño y yo) estaremos juntos para siempre»… Y todos esos buenos deseos de «madre». Esos que hubieran hecho que si Freud estuviera en el teatro, se regodeara en su butaca asintiendo con vehemencia.
Obra que se desarrolla en un acto, «Embárazame y Vete» es una de esas excelentes obras que uno encuentra en el teatro mexicano (desgraciadamente tan abandonado). Una puesta en escena que satiriza a esa institución universal llamada «maternidad» – digo universal porque en teoría todos tenemos (o tuvimos alguna vez) madre, aunque en la práctica se ve cada caso…
Hace veinte años las féminas «quedadas» buscaban tener hijos para «realizarse» – ante el mundo – en su papel de madres. Hoy – a pesar de la «modernidad» y las libertades que la sociedad se ha tomado/ganado – las cosas no han cambiado mucho. La presión para que una mujer sea madre sigue estando ahí. Y también siguen ahí los complejos – y vaya que son complejos – en los hombres… «yo lo que quiero es una mamá». «No quiero que tengas un hijo para que no estés toda deforme, para que le pongas más atención a él que a mi»… Esas frases umbilicales tan comunes en este país por mi adorado.
¿Qué si me gustó? Solamente les diré que, al concluir la obra, me puse a temblar cuando pensé en cómo abordaría el tema para esta reseña. Lupita, Yolanda, Beto, Alberto, «ahora sí, me pusieron a parir». Felicidades a todo el elenco y a la producción por tanto talento. Éxitos mil.
Así que, lectores, lectoras, les recomiendo mucho que asistan al Teatro Xola los martes a las 20:00 horas. Sólo quedan cuatro funciones, así que no lo dejen pasar. Inviten a sus mamás, a sus esposas, a sus hijos (mayores de 18 años, por favor). Y si van con su espos@ y su mamá sería mejor. Y luego me cuentan como les fue. Que conste que no es morbo, es pura curiosidad.
Veremos.
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Aprovecho para felicitar a las Madres – esos seres abnegados y furiosos de amor – en su día. Un abrazo para ellas todas. Donde quiera que estén.