Las marcas que nos quedan.

La Retórica de lo Trivial IX. Por Rogelio Rivera Melo

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Las marcas que nos quedan.

¿Sabe usted cuantas cicatrices tiene? Permítame cambiar la estructura de la pregunta; hacerla más profunda: ¿Cuántas acciones en su existencia han dejado una marca visible sobre su cuerpo? Creo que descubrirlo es un ejercicio interesante. Sabemos tantas cosas del mundo pero no conocemos nuestro yo – ni siquiera el interno, sino el visible.

No tengo memoria sobre mi primera cicatriz. Aunque a diario la veo y, confieso, me resulta simpática, no puedo recordar el momento en que mi ombligo dejó de ser la fuente primigenia de mi alimentación y se convirtió en un agujero en la mitad de mi abdomen. Mi primera marca corporal.

A través de los años uno va acumulando marcas, a veces incluso sin darse cuenta. Pero hay cicatrices de las que su origen uno lo tiene bien presente. Ésta, en la parte interna de mi antebrazo, fue de cuando hice enojar tanto a mi hermana que me clavó las uñas hasta hacerme sangrar. O las quemaduras en mi pecho son por un accidente con agua caliente. En las piernas tengo una reciente, detrás de la rodilla izquierda, de cuando me cayó mi motocicleta encima. En la espalda tengo el sello de la transición de la niñez a la adultez, marcas del acné juvenil. En la frente tengo un recordatorio de la varicela. Siempre que la veo comprendo porque mi madre me decía “no te rasques”.

Las cicatrices son recordatorios de los sucesos que nos van marcando -literalmente- en la vida, por esos golpes, caídas, cortadas que nos vamos haciendo en momentos determinados. Duele cuando se generan, pero sanan. Y nos hacen saber que a pesar de la incomodidad que sentimos, seguiremos adelante. Nos hacen conscientes de la fragilidad de nuestra existencia.  Una vulnerabilidad que duele, pero que, sin embargo –como lo expresó una reina alguna vez- no deja de ser bella.

Y cuando uno entiende que durante el tiempo que pasamos en este mundo iremos recolectando cicatrices físicas y, claro, emocionales, uno le va dando importancia a eso que las genera. Y va aprendiendo a sobrellevarlas, e incluso, a aceptarlas. Cómo dijo Wallace Stegner, «Siéntete orgulloso de cada cicatriz en tu corazón; cada una tiene una lección de vida». Somos frágiles y vulnerables, pero fuertes y tenaces. Ese es el aprendizaje que podemos obtener de las marcas que nos quedan.

Contemos nuestras cicatrices, y tratemos de recordar cómo y por qué están ahí. Son el recuento visible de aquello que la vida nos ha dejado.

Veremos.

Categorías: Cicatriz, Reflexiones | 8 comentarios

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8 pensamientos en “Las marcas que nos quedan.

  1. sergio monroy

    Mi querido Roy, en efecto, cada cicatriz, no recuerda un momento, cada arruga de mi rostro, además de la edad por supuesto, también es resultado de cada sonrisa permitida, regalada o incluso arrebatada, cada citatriz es concecuencia de una caída o accidente, sin embargo, no sólo las marcas visibles nos marcan, que tal las canciones, los sabores, los olores, los lugares, nos hacer darnos cuenta de algo, «que tanto hemos vivido», a mayores marcas mejor vida.

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  2. Debo reconocer que generalmente puedo tener control sobre mis impulsos, pero si de alguna heridita en la piel se trata nop, no puedo con ello. La mayoría de las cicatrices que tengo dan cuenta de mi falta de voluntad para resistir la tentación de remover la costra o hepitelio. Eso por hablar de las cicatrices físicas, las del alma las considero marcas de guerra y con el tiempo aprendi que por salud mental es necesario no interrumpir el proceso de cicatrización con miras a que las experiencias dolorosas pasen lo más ráoido posible.

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  3. Rocío

    Una vez leí que las cicatrices, además, son zonas donde la piel se hace más gruesa, más resistente. Una herida, entonces, de alguna manera te fortalece.

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  4. fabi vazquez

    Aprendi a ver x donde camino

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  5. Zulma

    Mis heridas físicas como emocionales, son el resultado de sumar eventos algunos por completa distracción, otros por propia decisión en mi opinión inevitables, si lo que pretendo es crecer…y no, no recuerdo el número exacto de mis heridas.

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  6. A mi la que mas me marcó fue la que tengo en la frente, producto del tubazo que me dio un trailero por andar de cabrón, creo q eso me ayudó a no ser tan agresivo, todavía recuerdo que cuando llegué al hospital pediátrico de Xochimilco con la cabeza sangrando, el médico se sorprendió de que no me hubiera desmayado y que seguía consciente, aún y cuando me había metido como un pomo de vodka y fumado uno que otro toque jajaja igual me ayudó a valorar la vida y a saber que no hay enemigo pequeño, como me dijo el médico: ¿qué tal que en lugar de un tubo hubiera sacado una pistola?. Aunque para ese entonces ya me habían puesto mas de tres pistolas en la cabeza y me había llevado uno que otro cachazo en la nuca.

    Moraleja: pórtense bien.

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  7. Malú Meave

    Para una madre, la cicatriz de una cesárea es sin duda el más sublime trazo que el cuerpo expone

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  8. Pingback: 7 de Noviembre. | Heroísmo Agonizante 101 (Sólo para principiantes)

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