Archivo diario: 02/04/2012

Las marcas que nos quedan.

La Retórica de lo Trivial IX. Por Rogelio Rivera Melo

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Las marcas que nos quedan.

¿Sabe usted cuantas cicatrices tiene? Permítame cambiar la estructura de la pregunta; hacerla más profunda: ¿Cuántas acciones en su existencia han dejado una marca visible sobre su cuerpo? Creo que descubrirlo es un ejercicio interesante. Sabemos tantas cosas del mundo pero no conocemos nuestro yo – ni siquiera el interno, sino el visible.

No tengo memoria sobre mi primera cicatriz. Aunque a diario la veo y, confieso, me resulta simpática, no puedo recordar el momento en que mi ombligo dejó de ser la fuente primigenia de mi alimentación y se convirtió en un agujero en la mitad de mi abdomen. Mi primera marca corporal.

A través de los años uno va acumulando marcas, a veces incluso sin darse cuenta. Pero hay cicatrices de las que su origen uno lo tiene bien presente. Ésta, en la parte interna de mi antebrazo, fue de cuando hice enojar tanto a mi hermana que me clavó las uñas hasta hacerme sangrar. O las quemaduras en mi pecho son por un accidente con agua caliente. En las piernas tengo una reciente, detrás de la rodilla izquierda, de cuando me cayó mi motocicleta encima. En la espalda tengo el sello de la transición de la niñez a la adultez, marcas del acné juvenil. En la frente tengo un recordatorio de la varicela. Siempre que la veo comprendo porque mi madre me decía “no te rasques”.

Las cicatrices son recordatorios de los sucesos que nos van marcando -literalmente- en la vida, por esos golpes, caídas, cortadas que nos vamos haciendo en momentos determinados. Duele cuando se generan, pero sanan. Y nos hacen saber que a pesar de la incomodidad que sentimos, seguiremos adelante. Nos hacen conscientes de la fragilidad de nuestra existencia.  Una vulnerabilidad que duele, pero que, sin embargo –como lo expresó una reina alguna vez- no deja de ser bella.

Y cuando uno entiende que durante el tiempo que pasamos en este mundo iremos recolectando cicatrices físicas y, claro, emocionales, uno le va dando importancia a eso que las genera. Y va aprendiendo a sobrellevarlas, e incluso, a aceptarlas. Cómo dijo Wallace Stegner, «Siéntete orgulloso de cada cicatriz en tu corazón; cada una tiene una lección de vida». Somos frágiles y vulnerables, pero fuertes y tenaces. Ese es el aprendizaje que podemos obtener de las marcas que nos quedan.

Contemos nuestras cicatrices, y tratemos de recordar cómo y por qué están ahí. Son el recuento visible de aquello que la vida nos ha dejado.

Veremos.

Categorías: Cicatriz, Reflexiones | 8 comentarios

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