Haré esto lo más rápido e indoloro que pueda. Debo confesar algo: Yo tengo la culpa de que el Cruz Azul no haya ganado un campeonato de la liga mexicana desde hace 20 años.
La noche de 19 de diciembre de 1999, el Cruz Azul jugaba la final del torneo de invierno contra el Pachuca. En el minuto 92, en tiempo extra, Alejandro Glaría anotó el gol de oro con el que los Tuzos se coronaron. Yo no estaba en el estadio. Esa noche no apoyé a mi equipo. Ni siquiera vi el partido por la televisión, no. Y estoy convencido de que por eso se perdió la primera final de muchas.
Cuando empezó el tiempo extra y cayó el gol del Pachuca, yo estaba bailando en mi boda. Y a partir de ese fatídico día todo valió madre. En ese momento cayó la maldición y comenzó una historia de terror e ignominia. También para los seguidores del Azul.
El problema no radica en que el equipo no gane el torneo, eso lo hace cualquiera. No. La gran falla es que se llega a la final del mismo y ya ahí, se pierde; en contra de todos los pronósticos; contra equipos que juegan horrible; a veces con goles dramáticos de último minuto.
Lo pondré de otro modo: el Cruz Azul es al fútbol lo que A.M.L.O. es a la política mexicana: el eterno subcampeonísimo.
Hasta hoy, durante los veinte años que han transcurrido, los celestes han jugado 8 finales y las han perdido todas – con la excepción de una copita de torneo de la liga MX levantada en 2013. En este par de décadas los seguidores del Azul hemos soportado de todo: miles de memes con un nivel supremo de bullying deportivo, una fiesta de XV años, casi tan concurrida como la de Rubí, la canción de los 17 años de los Ángeles Azules y todas las afrentas que puede sufrir el fanático de un equipo que tiene sequía de títulos. Créanme, son muchas.
Y de todas ellas, esta es la peor:
En 2017, después de seis años de no hacerlo, el Cruz Azul vuelve a la etapa de las finales. No sé que esperar. Los aficionados celestes no esperamos nada. Ya pasamos esa etapa. Digo… sé de fútbol. Y el equipo es el equipo, pero no apostaría ni diez centavos a que le ganemos al odiado América.
Pero – como hombre maduro que soy – asumo mi responsabilidad y mi culpa por esta sequía de 20 años. Y ya que soy hombre de acción – proactivo y no reactivo – me acabo de embarcar en una cruzada para romper el hechizo que nos ha aquejado por 20 años.
Quizá lo que se necesite sea un beso de amor verdadero… para eso los americanistas son especialistas. O tal vez, deba invitarles una pizza a los jugadores como hacían con los Foxes del Leicester City. A lo mejor se debe lograr que se deje de gritar «Puuuuutoooo» en los estadios mexicanos… No lo sé. Ya envié un correo al club en el que les cuento sobre esa ocasión en la que evité un gol de Messi.
Quizá también vaya a prender una veladora a la capilla más cercana. Pero no lo creo. No soy tan fanático. ¿O sí?
Veremos.
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Texto por Rogelio Rivera Melo.