Tengo que confesar que Winston Churchill siempre me cayó medio mal. De todos los personajes famosos de la Segunda Guerra Mundial era el que menos me interesaba. Pero la visita que Heroísmo Agonizante 101 realizó al «Museo Imperial de la Guerra» y a las «Salas de Guerra de Churchill» sirvió para darme cuenta de una cosa: Churchill le caía mal a todo el mundo.

El bulldog inglés, le decían.
«No todo lo bueno es lo mejor…»
Si hoy fueran las elecciones en tu país y tuvieras que elegir al presidente ¿por quién votarías?
Tienes dos opciones. El primer contendiente es un bebedor empedernido, fumador en cadena, con hábitos alimenticios disolutos, propenso a la ira y no ha tenido un puesto político en diez años debido a la poca popularidad que provoca entre los propios seguidores de su partido. De hecho ellos lo apartaron del poder y lo han mantenido fuera de la cúpula dirigente. Se pasa el tiempo escribiendo críticas al sistema y no tiene mucho futuro político.
Tu segunda opción es un joven que ha arrasado con las votaciones, que se ha logrado convertir – a base de propio esfuerzo – en creador de su partido, su dirigente local, su dirigente nacional y ahora es canciller. No fuma, no bebe, es discreto en su vida personal y está cumpliendo todo lo que ha prometido para mejorar las condiciones de vida en el país.
Piénsalo un poco. ¿Ya sabes por quién votar?
Si uno pone atención al momento histórico en el que vivimos actualmente, es fácil comprender las razones del coqueteo de los jóvenes actuales con el nazismo y la ideología nacional-socialista: la Alemania de la preguerra estaba dirigida por un sistema de aparente igualdad (aunque sólo para los que pertenecen al sistema), de una grandeza generada a partir de la nada (populista y llena de retóricas retorcidas) y de pertenencia a una sociedad autoproclamada mejor que las otras y que tiene todo el derecho a recuperar lo que le ha sido arrebatado. Un gobierno revitalizado, con nuevos empleos y mejores oportunidades. Algo que todos quisieramos tener hoy. Y que, de un modo o de otro, los nazis dieron a los alemanes.
Por otro lado, cuando uno observa al Establishment inglés de la preguerra, es fácilmente identificable con lo que vemos hoy en muchos gobiernos. Las autoridades estaban en una franca decadencia (en 1940, la mayoría de los miembros de la Comunidad Británica estaban buscando su independencia), con líderes de conductas “inapropiadas” (el rey George abdicaba para casarse con una estadounidense ¡y divorciada!) y los dirigentes faltos de un valor para defender aquello que les estaba siendo arrancado de las manos (el primer ministro Chamberlain tratando de apaciguar a un Hitler que mostraba cada vez con más cinismo su apetito para incrementar el “espacio vital” alemán). Todo el gobierno estaba sumido en una total apatía.
Vuelvo a la pregunta del principio y ahora les pongo nombre a los candidatos: ¿Votarías por Hitler o por Churchill?
Con el correr del tiempo, y eso nadie lo podría saber en el momento de las votaciones, es que Adolf llevó a Alemania a la destrucción y a la rendición incondicional ante los aliados que lucharon contra ella, mientras que Winston sacó a Inglaterra del gran lío en el que se había metido, salvándo de paso, al menos por unos años más, la estabilidad y existencia del Imperio Británico.
Así que si decidiste votar por Hitler, debes saber – para que estés más tranquil@ – que nunca nadie votó por Churchill. De hecho, llegó al poder cuando Chamberlain renunció, pero perdió las elecciones cuando terminó la guerra. Y es que ese hombre era antipático e insufrible. Pero hizo la chamba y la hizo bien. Algo habrá que aprender de él.
Yo aprendí que ni todo lo bueno es lo mejor ni todo lo malo es tan malo. Todo depende de las circunstancias.
Veremos.

En Londres también llevan a los chavitos de las escuelas a los museos. Y también van con cara de sufrimiento.
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Si quieren ver más imágenes de este viaje, pueden hacerlo en mi cuenta de Instagram: rrivermule. Están cordialmente invitados. Además, si tienen alguna recomendación para este viajero loco y su cámara, mientras me encuentro en la ciudad de Londres, Inglaterra, pueden escribir en los comentarios de este blog. Les agradezco su lectura y les mando un gran abrazo. Mientras, me chingo unos «Fish and Chips».