¿Y qué hace uno cuando se retira?
Mmm… Pues la verdad es que se hace lo que se puede. Hoy, por ejemplo, terminé un avión de combate. Y no un avión cualquiera. Fue un Supermarine Spitfire.

El Spitfire. Basado en el diseño del Modelo 300 del ingeniero inglés Reginald J. Mitchell para la empresa aeronáutica Supermarine Aviation Works.
Un diseño tan sólido y convincente que se construyeron más de 20,000 unidades.
Mi Spitfire. Con matrícula A1. Como casi todos los demás, tiene en su interior un motor Rolls Royce V12. Maquinaria dadora de vida. De poder bruto y velocidad increíble.
Armado con 4 ametralladoras Browning de 7.7 mm y 2 cañones de 20 mm. Los dientes del Tigre.
A mi Spitfire lo controla un piloto. Lo suficientemente joven para soportar la tremenda presión y adrenalina que implica domar una bestia salvaje en un combate contra seres humanos montados en animales mitológicos. Lo suficientemente viejo para saber que cada salida puede ser la última.
Pero hoy no.
Hoy vuelve a su base en Inglaterra, después de haber realizado una misión de combate sobre el Canal de la Mancha.
Si mira hacia abajo, puede observar, a través de la escotilla corrediza, los blancos acantilados de Helston en la isla madre. Su hogar. Al que juró defender a costa de su vida.
El resultado de esta misión: hubo suerte. Un poco de la mala porque no encontró algún Heinkel o Dornier que pudiera anotar en su bitácora de derribos; un poco de la buena porque tampoco hubo una escuadra de Messerschmitts a la que hubiera sido difícil derrotar.
Hoy vamos a casa. Mañana será otro día. Como ayer. Como hoy.
Lo importante es mantenerse vivo. Alerta. Listo para luchar otro día. Listo para ganar.
Veremos.