La Retórica de lo Trivial LXXIII

Kindle ReaderLa verdad es que nunca quise un lector electrónico. Por unos momentos, cuando comenzaron a venderlos en México, pensé en adquirir uno, pero pronto olvidé el asunto. Creo que me gasté el dinero en libros impresos en papel.

Pero el pasado mes de marzo, estimados amigos, queridas amigas, con motivo de mi cumpleaños, mi jefe me regaló un Kindle de Amazon. «Para que ya no andes cargando tus tabiques», me dijo. Creo que el término «tabiques» alude a mi afición a comprar  libros de más de medio kilo de peso.

Debo confesar, lector, lectora, que la pantallita de 6 pulgadas es muy transportable. Pesa casi nada. Pero… pues no. Aún no me acostumbro. Aunque la llevo conmigo a todas partes, también llevo un libro de papel. Esos estorbosos y voluminosos «dispositivos» arcaicos de lectura.

Por más «prácticos» que sean estos nuevos dispositivos, cuando uno está acostumbrado a las tecnologías gutemberianas, es difícil modificar las predilecciones. Los avances tecnológicos que representan los libros digitales son muchos, pero aún me cuesta aceptarlo.

¿Qué sucede con las sensaciones que implican «leer»? Esas experiencias que rodean al libro. El olor de la tinta impresa que va cambiando con el tiempo. Ese aroma dulzón de los libros viejos. El placer que ejerce el papel sobre los dedos al cambiar la página. El ruido de cada hoja cuando se avanza en la lectura. Mirar la tipografía, acostumbrarse a la portada. Adormilarse sintiendo el peso de un libro en el pecho…

Aunque debo aceptar que hay ventajas. Dos cosas que me gustan de mi Kindle: La primera es que puedo comprar libros que son muy difíciles de encontrar en su edición impresa. Ya adquirí (por la cantidad de 4 dólares) «Raptor», de Gary Jennings; un libro por el que he preguntado en cada librería a la que he ido desde hace ocho años. Con el aparatito uno se conecta a la red, ingresa el nombre del libro, y listo. Ya está en la memoria. Pero debo ser sincero con ustedes, voy a extrañar esas «cacerías desorganizadas» por la librería. El recorrer pasillos y pasillos que rebosan de libros nuevos, la seducción que ejercen los volúmenes estáticos en sus libreros, mientras uno hurga entre sus páginas.

La segunda es la posibilidad de compartir en las redes sociales los párrafos, frases o notas que me gusten mientras estoy leyendo. Creo que ustedes ya saben que me gusta compartir lo que, a mi jucio, es lo mejor de mi lectura. Aunque entre los bits y bytes, se pierde la acción de revolver las páginas de papel en busca de aquel pasaje que se queda en la memoria y que uno subrayó. Esa cita que impacta, esa frase que deja huella.

¿Qué ganamos con los libros electrónicos? ¿Qué perdemos con ellos? ¿Alguno de ustedes ha logrado adaptarse a la transición entre «lo antiguo y lo nuevo»?

Aún no comienzo a ser asiduo lector electrónico. Todavía no le hallo una ventaja que me haga decidirme a cambiar de lleno. Pero una vez que encuentre un tamaño de letra que satisfaga a mis ojos lectores, mientras leo la novela de Jennings les pediré que compartan – conmigo y con los otros lectores – algún lugar virtual, de esas bibliotecas o librerías donde tengan la fuente de la sabiduría literaria… para llenar la memoria de mi nuevo lector electrónico.

Espero sus comentarios…

Veremos.

Categorías: e-readers, Kindle, Libros, Lo que estoy leyendo, Modernidad, Reflexiones, Retórica de lo Trivial | 5 comentarios

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5 pensamientos en “La Retórica de lo Trivial LXXIII

  1. Puedes irte dando una vuelta en Project Gutenberg para retacar felizmente tu Kindle de libros electrónicos. Aunque, no sé, yo no tengo aparatejo similar y soy tan rejega como tú a abandonar mis tabiques

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  2. Katinka Herrera

    La experiencia de leer es única, y no hay como cargar contigo un buen libro que tener el inconveniente que ese aparato electrónico se descargue y te deje a media lectura.

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  3. Me pregunto si algún intelectual de la época de Gutenberg habrá escrito sus experiencias en el cambio al libro impreso, remarcando la nostalgia futura de cuando ya nadie oliera la tinta fresca adherida a la pluma, nadie recordara cuando los libros eran artesanales y hacer sus ilustraciones fueran todo un arte. ¿Quién pensaría mas en los escribanos como profesión? ahora solo se necesitaría un operador cualquiera sin educación vigilando la imprenta y nada mas.

    Finalmente, lo importante de un libro, es su contenido ¿no?, eso no ha cambiado nunca, yo tengo un Kindle, ya no leo mas en papel, pero sí, tantos años adiestrado en los libros impresos hacen que cuando quiera atesorar un libro vaya y compre su copia en papel.

    Lo cual a veces es dificilísimo, hay miles de libros que existen en algún rincón de internet, los cuales ya no se imprimen porque a las cosas editoriales ya no les es negocio, y nunca los hubiera conocido si no fuera por mi kindle.

    «Lo único constante, es el cambio»

    Saludos!

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  4. Day

    Me sucede exactamente lo mismo que a ti!, resulta que un buen samaritano me ha prestado su Kindle, para que yo pueda avanzar con los libros que nos hemos comprometido a leer en el club de lectura..(que por cierto por más que esfuerzo no logro concluir en el tiempo definido…pero bueno esa es otra historia); a mi me encanto las posibilidades que tenemos en ese aparatito, pero en definitiva no me acostumbro a saber que estoy leyendo y que no tengo hojas entre mis dedos; por ello he ido a la biblioteca a sacar un par de libros que leo junto con el del club (creo que por eso no termino lo que empiezo jeje), pero es por esa necesidad de leer y tener el libro, sus hojas, olerlas, abrir una hoja al azar o simplemente cerrar un poco el libro y reflexionar un poco… creo que es como tener una relación como cualquier otra.. aunque la tecnología puede ayudar no puede cambiar la experiencia de física tener un libro entre las manos….

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