Archivo diario: 26/09/2012

Stanislav Petrov.

Cuando uno piensa en héroes, de esos que salvan el planeta, la mente recurre a aquellos que son retratados en las historietas o en las películas de acción de Hollywood. Pero a veces, solo a veces, hay humanos reales – de esos que se levantan a desayunar todos los días – que con sus acciones han logrado demostrar que el heroísmo no está agonizante y que todos podemos ser héroes.

En 1983, en un apartado lugar de Siberia, en la entonces Unión Soviética, el teniente coronel Stanislav Petrov se convirtió en uno de los superhéroes de la historia.

El 26 de septiembre, Petrov estaba de guardia (en realidad, estaba sustituyendo a un compañero) en el búnker 15 de la base Serpukhov, hogar de la coordinación de defensa aeroespacial soviética. A las 00:14, un satélite captó algo en la atmósfera. Una fuente de calor ascendía por el este y sus características correspondían a las de un misil. Se dio la alarma. Al parecer se había lanzado un misil balístico Minuteman-I norteamericano desde los silos de Montana. Tiempo estimado de impacto sobre la U.R.S.S., 20 minutos.

El protocolo de defensa soviético establecía que sí se registraba una amenaza en forma de misil nuclear hacia territorio de la URSS, el oficial encargado debía ordenar, de forma inmediata, un primer contraataque contra suelo norteamericano. Debería informar a las autoridades después de haber iniciado el ataque.

Imagino que esa noche se hicieron realidad las peores pesadillas del personal militar soviético.

Petrov, prudentemente, se cuestiona “¿un solo misil americano contra la totalidad del poder nuclear ruso?” Quizá sea una falla del sistema. Un error del satélite. Decide cancelar la alarma y esperar.

Pasaron unos segundos cuando las sirenas se volvieron a activar. El satélite detectó cuatro fuentes de calor adicionales surgiendo de la misma posición.

El “Botón Rojo” al alcance de la mano, la amenaza se dirigía hacia su país. No puedo imaginar, lector, lectora, lo que pasó por la mente de Petrov en esos instantes. Era su deber dar las instrucciones para lanzar todos los proyectiles con capacidad nuclear de su patria hacia los Estados Unidos. Pero elige esperar unos minutos más.

Según declaró después, “No se pueden analizar bien las cosas en sólo un par de minutos, todo lo que se puede hacer es confiar en la intuición. Tenía dos opciones: o pensar que los ataques con misiles no parten de una sola base, o que el ordenador ha perdido la cabeza”.

En las fechas cercanas al equinoccio de otoño, el Sol y la Tierra se alinean de forma que se generan rayos que los satélites identifican como “fuentes de calor”. En el ángulo exacto, la misma señal térmica que un lanzamiento de misiles. Eso es lo que sucedió. Una desafortunada coincidencia. Una rara alineación cósmica pudo haber acabado con la civilización moderna.

Al informar del incidente, Petrov no es sancionado militarmente por haber violado los protocolos establecidos para una situación determinada. Sin embargo lo ubican en una posición de menor importancia. Sospecho que, aún cuando el gobierno soviético ocultó el incidente, todos suspiraron aliviados.

Petrov se retiró del ejército soviético. Pero en 1998, la historia fue contada por alguien en la ex-Unión Soviética. Un militar pensionado había salvado al mundo de una debacle apocalíptica nuclear.

En 2004, Stanislav Petrov fue galardonado con el premio “World Citizen Award”. En 2006, fue homenajeado por la ONU por sus acciones militares.

Al preguntarle la razón por la que no había dado la orden de liberar los misiles soviéticos, respondió: “La gente no empieza una guerra nuclear con solo cinco misiles”.

Un verdadero héroe. Pero cuando lo festejan, Petrov solo comenta: “No me considero un héroe. Hice mi trabajo y lo hice bien”.

La extraordinaria historia del “Incidente del Equinoccio de Otoño” me hace reflexionar y preguntarme… “¿Estoy haciendo bien mi trabajo hoy?”

Veremos.