En México, cada tercer domingo de junio, se «celebra» uno de los festejos menos arraigados en este país: el día del padre. En ese marco, recibí una carta sobre la paternidad que resultó ser un fraude.
El Día del Padre y una Carta Apócrifa.
Por Rogelio Rivera Melo
Los orígenes de tan angelada festividad se remontan al año 1909, cuando una muchacha estadounidense, Sonora Smart, propuso dedicar «todo» un día para agradecer a su padre, Henry Smart, haber cuidado de ella y sus hermanos, luego de que su madre falleciera al dar a luz al sexto hijo de la pareja (ella sí fue toda una mártir).
Sonora (con ese nombre, la muchacha debió haber sido muy terca) pidió al congreso estatal de Washington la instauración de un día festivo para honrar a los padres. Poco a poco, la idea fue ganando adeptos. En 1924, el presidente Coolidge apoyó la moción, pero fue hasta 1966 que el presidente Johnson declaró que el tercer domingo de junio sería el Día del Padre en todo el territorio de los Estados Unidos.
La noticia de la celebración se extendió a otros países, donde oficialmente, se festeja el papel que tienen (o deberían tener) los padres en la crianza y educación de la prole.
Con motivo de esta «fecha tan especial», recibí un correo que lleva por título «CARTA DE LINCOLN AL MAESTRO DE SU HIJO». La información anexa especifíca: «Abajo adjuntamos una carta que el decimosexto presidente de los E.U. escribió al profesor de su hijo, en 1830. A pesar que esta carta fue escrita hace más de 100 años sigue siendo una inspiración y parece que se escribió ayer«.
Pero algo estaba mal. Los datos no podían ser correctos: Lincoln murió en 1865, poco después del fin de la Guerra Civil. Tenía 56 años al morir. Así que debía ser muy joven cuando escribió la mentada carta.
Abraham nació en 1809, en el estado de Illinois. Gracias a Wikipedia, averigüé que en 1832 se enlistó como soldado en la guerra contra los americanos nativos de las tribus Sauk, dirigidos por el Jefe Halcón Negro y que en 1830 tenía apenas 21 años.
Su primer hijo, Robert Todd Lincoln, nació hasta 1843. Por tanto, Lincoln no pudo haber escrito tal misiva.

El joven representante Lincoln, circa 1835.
Realizando una consulta rápida sobre tal carta, Google, ese compilador de la sabiduría arcaíca y moderna, me mostró la existencia de 22,800,000 resultados en inglés y 237,000 resultados en español. Lo que me sorprendió es que escuelas y universidades serias (y con renombre) dan por hecho que el texto es de Lincoln. Alguna de ellas incluso la utiliza como un referente para el tipo de educación que ofrece.
Hurgando un poco más en internet, en los archivos de la Agencia de Preservación Histórica de Illinois encontré que el documento en mención aparece dentro de los textos atribuidos a Lincoln pero que carecen de un nivel aceptable de veracidad para considerarlo de su autoría.
En algunos casos, dentro de los resultados de la búsqueda, incluso se niega categóricamente que Abraham haya escrito tan útil (lleno de consejos, dicen) documento, pero en realidad son pocos quienes advierten a los incautos cibernautas sobre tal hecho.
Pero ahora, leamos la carta:
«Querido Profesor, mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son veraces, enséñele que por cada villano hay un héroe, y que por cada político egoísta hay un líder dedicado.
También enséñele que por cada enemigo hay un amigo y que vale más una moneda ganada que una moneda encontrada.
Quiero que aprenda a perder y también a gozar correctamente de las victorias. Aléjelo de la envidia y que conozca la alegría profunda del contentamiento.
Haga que aprecie la lectura de buenos libros, sin que deje de entretenerse con los pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de lagos y montañas.
Que aprenda a jugar sin violencia con sus amigos. Explíquele que vale mas una derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Que crea en sí mismo y en sus capacidades aunque se quede solo y tenga que lidiar contra todos.
Enséñele a ser bueno y gentil con los buenos, pero duro con los perversos. Instrúyalo a que no haga las cosas porque simplemente otros lo hacen, a ser amante de los valores.
Que aprenda a oir a todos, pero que a la hora de la verdad, decida por si mismo. Enséñele a sonreir y mantener el humor cuando esté triste y explíquele que, a veces, los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar los gritos de las multitudes que sólo reclaman derechos sin pagar el costo de sus obligaciones.
Trátelo bien pero no lo mime ni lo adule. Déjelo que se fortalezca solo. Incúlquele valor y coraje pero también paciencia, constancia y sobriedad.
Transmítale una fe firme y sólida en el Creador. Teniendo fe en Dios también la tendrá en los hombres. Entiendo que le estoy pidiendo mucho, pero haga todo aquello que pueda.
Abraham Lincoln, 1830″.
Quienes la mandaron tienen razón: la carta es bonita, inspiradora y actual, pero lamento decir que es muy difícil que haya sido escrita por Abraham Lincoln, al menos en 1830.
Y, en lo personal, creo que todo eso que el autor pide al maestro es responsabilidad de una persona: el propio padre de familia.
Y si ya vamos a cometer faltas tan graves como dejar la educación paternal en manos de maestros que en realidad poco conocemos más allá del contacto en las juntas escolares, entonces también añadiría una petición más a la carta: «Enséñeles, oh maestro, a verificar sus fuentes para las cosas que investigan y postean en el internet«.
Así que, estimado lector, querida lectora, después de este brevísimo análisis historiográfico, podemos concluir dos cosas:
1) Que la labor del padre dentro de la educación de los hijos está completamente devaluada, algo que quizá se deba a las acciones de los propios padres (o a la falta de ellas); y
2) que el autor de la popular carta «Lincoln al maestro» que circula en el internet probablemente sea Paulo Coelho.
¿No me cree? Echéle una leída al texto «Por qué es tan malo Paulo Coelho» y lo platicamos. ¿Qué le parece?
Veremos.
Que bárbaro Roy, siempre aprendo algo de tus comentarios, me parece muy acertado aclarar datos como los que presentas, sobre todo cuando se obtienen de la gran red.
Sobre la Paternidad, considero que es un tema muy abandonado por la academia, que únicamente es abordado para fines comerciales, un día mas de consumo.
Como dicen: nadie nos enseña a ser padres… pero realmente ¿cuál es la función del padre en una familia? ¿como interviene en la educación de los hijos e hijas? es un tema muy difícil de tratar y que por lo mismo no se ha tratado. Creo que con esto de la Perspectiva de Género debemos pugnar, por lo menos los que somos afortunados de intentar desarrollar ese rol, que la sociedad en general se preocupe en clarificarlo, y hasta cierto punto re-definirlo, para que se generen alternativas para que los hombres lo puedan llevar a la practica y también lo disfruten.
Saludos.
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