Subimos a la cima del monte Misen en la isla de Miyajima para visitar un milagroso templo ancestral. Y me encontré una gran sorpresa.

Para llegar a la cima se requiere un ascenso brutal de casi dos horas. Pero que nos evitamos por los 800 ¥ que nos costó subir en teleférico.
La razón por la que decidimos ascender hasta la parte más alta de la montaña es que ahí se encuentra el Kiezu-no-Reikado (不消の霊火堂), un pequeño templo en el que hay una hoguera cuyo fuego se desde mantiene encendido – de manera ininterrumpida – desde el año 806, en el que el monje Kobo Daishi lo prendió durante un período de meditación de 100 días.
A esta llama eterna se le conoce como Kiezu no Hi.
Debido a su carácter sagrado y perenne, la llama eterna ha sido considerada como una reliquia.
Se dice que la leyenda que si hervimos agua sobre el fuego sagrado y la usamos sobre nuestro cuerpo, el mal saldrá de él y las enfermedades serán curadas. Este es el motivo de que suela haber siempre un cazo con agua sobre el fuego.

Además, la llama eterna también fue utilizada para encender la Llama de la Paz del Parque de la Paz de Hiroshima, con la finalidad de que la Paz sea, a su vez, eterna.
Subimos porque, debido a la eternidad del fuego, las parejas que llegan hasta el templo, aspiran a que su amor tampoco tenga final.
Y ahí estábamos, cuando de pronto entra al templo un hombre de unos cincuenta años, jadeando por el esfuerzo del ascenso. Era un tipo normal, común y corriente, acompañado por su esposa. Todo normal, salvo un pequeño detalle: su atuendo. Vestía pantalón de mezclilla y una playera del Cruz Azul.
Se los juro. Por la misma cruz que adorna el uniforme de mi equipo.
Guardando el respeto que conlleva estar en un lugar sagrado, me acerqué y le comenté: «Debería echar su camiseta al caldero. A ver si así se rompe la maldición«.
«Esos no ganan ni yendo a bailar a Chalma«, me contestó. «Aunque el amor eterno ya lo tienen«.
Entonces comprendí tres cosas:
La primera es que el mundo es pequeño para los seguidores del Azul.
La segunda es que el amor verdadero es eterno, con todo y derrotas y decepciones.
La tercera es que la esperanza muere al final.
Creo que pondré una veladora en cada templo que visite en Japón. A lo mejor las deidades de acá si pueden hacer lo que las de allá no quieren.
Veremos.
P. S. Sé que si no hay foto no pasó , pero tengo testigos de que lo que aquí escribo es real.
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Texto y fotos : Rogelio Rivera Melo.
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