El 19 de junio de 1867 fueron fusilados en las faldas del Cerro de las Campanas, Miguel Miramón, Tomás Mejía y Maximiliano de Habsburgo, dando fin a uno de los capítulos más interesantes de la historia mexicana.
Miguel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo, niño héroe de Chapultepec, el presidente más joven que ha tenido México, combatiente en la guerra de Reforma y defensor del segundo imperio mexicano, al enfrentar al pelotón de fusilamiento, expresó sus últimas palabras: «Mexicanos, protesto contra la mancha de traidor que se ha querido arrojarme para cubrir mi sacrificio. Muero inocente de este crimen y perdono a sus autores, esperando que Dios me perdone y que mis compatriotas aparten tan fea mancha de mis hijos haciéndome justicia».
José Tomás de la Luz Mejía Camacho, héroe en la batalla de la Angostura contra la invación de las tropas estadounidenses, combatiente en la guerra de Reforma y general de división del ejército imperial mexicano, enfermo y destrozado física y mentalmente por el sitio de Querétaro y su captura, miró fijamente al pelotón de soldados que lo ajusticiarían y murió sosteniendo su mirada, sin decir palabra alguna.
Ferdinand Maximilian Joseph María von Habsburg-Lothringen, comandante de la marina de guerra imperial, archiduque de Austria, heredero del imperio austrohúngaro, emperador de México, al llegar al Cerro de las Campanas, entregó una moneda de oro a cada soldado del pelotón de fusilamiento, solicitando que dispararan a su pecho. Y luego exclamó: «Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México, que mi sangre selle las desgracias de este país. ¡Viva México!»

Capilla ubicada actualmente en el sitio donde fueron fusilados Mejía, Miramón y Maximiliano.