La Retórica de lo Trivial CXVII Texto y fotos por Rogelio Rivera Melo
Comenzamos el día con la firme intención de ir al Museo Dolores Olmedo, pero debido a las cuestiones logísticas inherentes a la cultura mexicana, decidimos aprovechar el viaje hasta Xochimilco y nos lanzamos a las trajineras.
Felicidad estilo Xochimilco…
Alguna vez leí que un paseo familiar debe contemplar en su planeación, todos los aspectos necesarios para que la diversión sea proporcional a la cantidad monetaria invertida y las molestias del trayecto, y que las necesidades logísticas de alimentación, descanso y recursos deben ser consideradas en su totalidad para que el paseo sea exitoso.
Ayer, teníamos todo planeado para asistir a la exposición visitante de obras del Musée de l’Orangerie que se exhiben en la Casa Dolores Olmedo, en Xochimilco. Desayunamos temprano, consultamos cómo llegar desde un día antes y salimos, de mañana, hasta aquella lejana entidad política de la Ciudad de México. Cuando llegamos al gran portón de madera del museo, comprendimos que iba a ser una aventura el simple hecho de cruzar la puerta. La fila era larguísima.
Alguien dijo «Si vas a estar formado afuera de un lugar por más tiempo del que pasarás adentro, mejor ve a otro lugar» (sabiduría de un joven de 13 años). Así que nos fuimos a otro lugar. Sin planes, sin conocimiento previo, sin haberlo considerado siquiera, seguimos el letrero que decía «Embarcadero».
Los mas jóvenes no sabían que dentro de su ciudad aún existen remanentes del gran lago que hace siglos cubría toda la extensión del valle de México. Así que para ellos fue una experiencia de asombro y regocijo poder subir a las embarcaciones llamadas «trajineras».
Si usted, lector, lectora ha viajado con niños sabe lo interesante que es tratar con la curiosidad enorme y la capacidad de agudeza que los pequeños pueden desarrollar. «¿Todos aquí tienen una trajinera?», «¿Cada quién le pone el nombre que quiere?», «¿Hay ranas?», fueron preguntas que iban surgiendo.
Trasladarse sobre los canales, escuchar la historia de la «Isla de las Muñecas», comprar ponche y dulces tradicionales, bajar a las chinanampas (islas artificiales que delimitan los canales) para comprar plantas, fue toda una experiencia familiar. La música, las flores, los aromas y el fresco de la mañana enmarcaron el lánguido paseo sobre las calmas aguas de Xochimilco.
Quizá si lo hubieramos planeado habría sido más interesante, pero dificilmente hubiera sido más feliz.
Si no ha ido a Xochimilco, se lo recomiendo. Vaya con su familia. Luego nos cuenta cómo le fue.
Veremos.



