Muy Señor mío:
Sé que se me busca acusándome de subversión. Como están las cosas, mi vida, en peligro, no vale nada y bien puedo considerarme un sentenciado a muerte. En tal condición, y como reza la costumbre, tengo derecho a un último favor, que no se le niega a nadie y ahora lo ejerzo.
Señor jefe de la policía: este condenado a muerte le pide, en uso de las prerrogativas de su inminente desaparición, y con la certeza de que su deseo será complacido, que vaya usted y muy respetuosamente chingue a su madre.
