El Juego del beso. Por Rocío Sánchez.
Tremendo revuelo se armó esta semana por un beso que, para empezar, ni siquiera fue tal.
Como usted sabrá, los jugadores del equipo América Christian Benítez y Matías Vuoso, festejaron un gol simulando un beso en la boca, donde el ecuatoriano metió mano entre ambas bocas que se acercaban.
La celebración, efectuada durante la jornada 16 del Torneo de Clausura, luego de la anotación con la que las águilas conseguían la victoria sobre los camoteros, mereció una reacción de Alfonso Sabater, presidente de la Comisión Disciplinaria de la Femexfut, quien advirtió que enviaría una carta al equipo para evitar este tipo de expresiones.
“No se puede permitir que den esa imagen al público, a la afición, a los niños, no lo podemos tomar como un buen ejemplo”, exclamó Sabater, quien al parecer no se ha enterado de que la Constitución Mexicana prohíbe la discriminación en su artículo 1o.
Me pregunto, ¿por qué un beso es un mal ejemplo? ¿Qué no es una expresión de afecto? Y me sigo preguntando ¿por qué se sintió ofendida la Femexfut si el beso ni siquiera ocurrió? Si de festejos ofensivos se trata, recordemos mejor el caso del jugador de Guadalajara, Marco Fabián, quien el torneo pasado festejó uno de sus tres goles contra Estudiantes simulando un disparo en la cabeza a su compañero, Alberto Medina, quien se dejó caer al piso.
Los medios nacionales e internacionales contextualizaron el acto al recordar la violencia generalizada que se vive en México, y otros hasta lo relacionaron con el ataque al ex americanista Salvador Cabañas. En aquella ocasión, en efecto, el club deportivo multó a Fabián. Grave la violencia, la agresión, incluso cuando ésta se dirige a la afición contraria (como ha sucedido en algunas partes del mundo).
Pero un besito… Sepan, dirigentes del deporte, que hay hombres que se besan y hombres que se aman; es imposible que no se hayan dado cuenta en un país cuya capital celebra matrimonios legales entre parejas del mismo sexo.
Es cierto que los deportistas son a veces modelos a seguir para la niñez, pero honestamente no veo un “buen” ejemplo en manejar borrachos y chocar sus costosísimos coches, o en contratar trabajadoras sexuales cuando se supone que deberían estar concentrados en una competencia.
Además, el homoerotismo en el futbol es innegable. Toneladas de besos reales, tronados y hasta con mordidita de labio, han existido en incontables partidos de futbol, en ligas de todo el mundo. La euforia de anotar un gol da lugar a todo tipo de festejos que hacen que los jugadores transgredan esa norma no escrita de que los hombres no se pueden tocar sin que se vea sospechoso.
Los varones sólo pueden darse abrazos con fuertes palmadas incluidas, no demasiado largos —apenas de unos segundos— y en los cuales lo único que hace contacto son los hombros y, si acaso, el pecho, pero nada más.
¿Pero qué es lo que realmente vemos partido tras partido? No sólo en el soccer, también en el futbol americano, el basquetbol y hasta el beisbol, aparecen compañeros dándose palmaditas de aprobación en las nalgas, cuando no tremendos agarrones de esa zona. Incluso apretones de genitales son frecuentes, aunque esos, lejos de ser cariñosos, parecen servir para molestar al rival justo cuando necesita más concentración. Besos en las mejillas, ¡por montones! Aunque esos parece que ya nos vacunaron contra el prejuicio.
Para beso, el que plantó Colin Farrell a Diego Armando Maradona como símbolo de su admiración por el que, dicen muchos, es el mejor jugador de futbol en la historia. A ver, reclámenle a él.
