
«Hasta que no tengas conciencia de lo inconsciente, éste dirigirá tu vida. Y tú lo llamarás ‘destino'». Carl Jung.
Hay cosas que uno realiza para ser feliz – esas que no se hacen por necesidad, sino por el mero gusto de hacerlas. Y que luego, por alguna razón, se echan en el saco del abandono, se guardan en el cajón de la indolencia y no se hacen más.
Ayer escribí sobre bajar la velocidad y retomar el enfoque en la responsabilidad que tenemos cuando decidimos dejar de hacer las cosas. Pero analizando el tema, algo que siempre dejamos fuera de la imagen es la razón por la que abandonamos las actividades que nos gustan.
¿Por qué dejamos de escribir? ¿Por qué dejamos de pintar? ¿Por qué dejamos de jugar? ¿Por qué dejamos de ser felices haciendo lo que nos hace felices? ¿Por qué nos apartamos de esas cosas que nos encantan y que otorgan a nuestra existencia un tiempo maravilloso o un remanso de placer?
Si nos sinceramos en la respuesta a esa pregunta, lo que resulte puede ser una excelente oportunidad para focalizar uno de los puntos clave de nuestras experiencias de vida. Esa respuesta podría ser aterradora. Justo porque es la oportunidad perfecta para encontrar la fuente de nuestros procesos de auto-sabotaje. Sí.
Permítame explicar la razón por la cual considero que dejar de practicar esas actividades es un sabotaje en contra de nuestro propio yo: ¿Qué peor traición en contra de uno mismo que dejar de hacer algo que nos apasiona y que nos gusta, más allá de cualquier explicación lógica? Que a pesar de que nos hace felices, de que llena nuestra vida y nuestro espíritu, ¡pum! Ya no más.
Debe existir una razón para hacerlo. ¿Cuál es?
La falta de consistencia y disciplina, la creencia de que no somos lo suficientemente buenos, los patrones que vamos adquiriendo por nuestro entorno social, el miedo al rechazo o a hacer las cosas mal son los motivos que vienen a mi mente cuando tengo que contestar a esa pregunta.
¿Los anteriores son motivos válidos? Depende del grado de responsabilidad de quien responde. El punto aquí es reconocer que hay un motivo – voluntario o no – por el que dejamos de hacer las cosas que nos gustan hacer. Y una vez que nos damos cuenta de eso, podemos hacernos responsabbles de nuestra decisión – sin dar excusas. Y eso es lo más difícil que hay en el camino hacia la auto-realización.
Somos un costal lleno de las cosas – buenas y malas – que nos vamos autoadjudicando en nuestra vida. Con el tiempo, vamos manifestando hacia el exterior de cierto modo. Esa expresión de lo interno es lo que va dando forma a nuestro ethos. Normalmente nuestros patrones de conducta son el resultado de los comportamientos que vamos adoptando de manera inconsciente a lo largo de nuestra vida.
Básicamente solo nosotros sabemos qué es lo que llevamos cargando, pero los demás van observando la manera en la que lo vamos soltando. Y vaya que lo demostramos.
El punto clave aquí es que la mayoría de los patrones destructivos son inconscientes. Pocas veces se desea, de manera consciente, oprimir el botón de autodestrucción en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, en nuestras vidas. Pero si identificamos esas pautas de manera objetiva, daremos un gran paso hacia la responsabilidad de nuestro propio bienestar. Esa sobre la que nadie más debería tener injerencia. ¿No crees?
Veremos.
* * * * *
Texto y Foto: Rogelio Rivera Melo
Comparte este texto.
Y además ¿por qué no? Comparte este blog a través de tus redes sociales. Nos puedes encontrar en Twitter (@HERAGO101), en Facebook (Heroismo Agonizante 101), Tumblr (Heroísmo Agonizante 101) y en Instagram (@Herago101)
Ayúdame a cumplir el punto 5 de mi lista de las 100 cosas que tengo que hacer antes de morir. Nos encantaría lograrlo pero necesitamos tu ayuda. Si es de tu agrado lo que aquí se publica, compártelo con tus amigos. Si no te agrada, compártelo con tus enemigos.