Las fábulas son, básicamente, una clase de filosofía usando animalitos y situaciones chuscas como ejemplo. A ver si así aprendemos algo.
La fábula del bulldozer asesino.
Esta es la historia de un hombre que tenía una tienda de mofles en la ciudad de Granby, Colorado.
Un buen día – para todos, menos para el hombre – los políticos de la ciudad aprobaron la construcción de una fábrica de concreto justo frente a la tienda de mofles. Así, cruzandito la calle. El hombre, al darse cuenta de lo que esto significaba, solicitó al gobierno de Granby detener la obra. Como le denegaron la petición, pidió construir un nuevo camino para que los clientes pudieran llegar a su tienda por otra vía (incluso compró un bulldozer para crearlo), pero esta nueva solicitud fue rechazada también.
La fábrica de concreto comenzó a edificarse sin tomar en cuenta el negocio del hombre. Y en algún momento, los trabajadores de la obra, rompieron el tubo de drenaje de su tienda. ¿Qué hizo la ciudad? Claro. Multó al dueño de la tienda.
Con el negocio quebrado y su vida arruinada, el hombre tomó una decisión: durante un año y medio, comenzó a hacer modificaciones menores al bulldozer que había comprado. Un día le puso ventanas blindadas, otro le pareció bien añadirle placas de acero reforzado.
Un día de junio, el hombre se montó en su bulldozer y salió de su tienda, literalmente. Atravesó la pared del negocio y se dirigió justo a la fábrica de concreto. Luego, durante las siguientes horas, dio un paseo por la ciudad. Visitó la casa del alcalde, las oficinas de la alcaldía, la planta de gas natural y otros diez edificios más. Los destruyó todos.
La policía, disparando sus armas, intentó detener al hombre y su bulldozer pero no lo logró. Llevaron otro bulldozer para atacarlo, pero el duelo de maquinaria pesada fue ganado por el del dueño de la tienda de mofles.
Al final, el bulldozer quedó atrapado en un edificio que iba a destruir. El hombre dentro de él, decidió darse un tiro. Fue la única víctima de ese día.
La moraleja de esta fábula: Nunca dejes sin opciones a una persona con muchos recursos y que no tiene nada que perder.
Y es que a veces se trata de ser razonable hasta que no se puede ser razonable. A veces, los hombres razonables tienen que hacer cosas irracionales para obtener la atención de los otros hombres irracionales.
No sé. Tengo el presentimiento de que durante los siguientes meses y años, vamos a necesitar expresar, compartir e impartir todas las clases de filosofía, ética y moral que podamos. Total, ¿qué es lo peor que podría pasar?
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Fotografía y texto: Rogelio Rivera Melo.
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