Por Rogelio Rivera Melo.
Hay fenómenos meteorológicos que causan gran destrucción en un país, igual que algunos políticos que nos «dirigen». ¿Y si pudiéramos bautizar a un huracán como esos «desastres» que tenemos por dirigentes? ¿Cómo le ponemos a la tormenta que viene?

Huracán Félix. 2007. Foto:NASA
La tormenta que viene…
La palabra «Huracán» tiene su origen en la mitología maya, en la que Hunrakan era el dios del fuego, el viento y las tormentas. Actualmente utilizamos la palabra como el sustantivo común que describe a los grandes ciclones – con rachas de viento de más de 119 kilómetros por hora – que se generan en los océanos Atlántico y Pacífico. Para distinguir un huracán de otro, los meteorólogos los bautizan con un nombre propio.
El nombramiento de huracanes comenzó como un ejercicio inocuo. Por mucho tiempo, los meteorólogos ponían nombre a las tormentas después de que azotaban; los nombres estaban asociados con un lugar, un evento o un período particular. Hubo uno llamado «El Expreso de Long Island«. A otros los nombraban de acuerdo al santoral del día, como «Huracán de San Andrés» o «Ciclón de Santa Bárbara».
Con el tiempo, este sistema fue evolucionando. Pronto, los meteorólogos de la Organización Meteorológica Mundial (World Meteorological Organization WMO, por sus siglas en inglés) decidieron que los ciclones y huracanes deberían ser «nombrados sin aludir a alguna persona en particular o sin ninguna preferencia en la secuencia alfabética».
Pero, entonces, las tormentas y los huracanes fueron solamente designados con nombre de mujer.
En 1972, Roxcy Bolton, feminista y vicepresidenta de la Organización Nacional de Mujeres de E.U., hizo una petición al Servicio Meteorológico Nacional de E.U. para que hubiera una alternancia entre nombres femeninos y masculinos en los nombres de las tormentas. Pasaron siete años para que el mensaje llegara a los dirigentes de las organizaciones científicas, pero a partir de 1979, los nombres dejaron de ser solamente femeninos.
Los nombres de huracanes designados para el área del Pacífico en 2016 serán llamados Agatha, Blas, Celia, Darby, Estelle, Frank, Georgette, Howard, Ivette, Javier, Kay, Lester, Madeline, Newton, Orlene, Paine, Roslyn, Seymour, Tina, Virgil, Winifred, Xavier, Yolanda, y Zeke.
Los eventos climáticos huracanados que se generen en el área del Atlántico, Caribe y Golfo de México durante 2016 se llamarán Alex, Bonnie, Colin, Danielle, Earl, Fiona, Gaston, Hermine, Ian, Julia, Karl, Lisa, Matthew, Nicole, Otto, Paula, Richard, Shary, Tobias, Virginie y Walter.
Todos los nombres pueden repetirse con el tiempo, pero si un huracán genera una gran cantidad de destrucción o muerte, esa designación es «retirada». Por ejemplo, los nombres Andrés y Katrina no volverán a ser utilizados jamás.
Cuenta la leyenda que, en la década de 1920, el meteorologista británico Clement Wragge comenzó a nombrar las tormentas como los políticos que le causaban disgustos. ¿Se imaginan si volviéramos a utilizar ese método? Podríamos ponerle «Javier Duarte» a una tormenta que desapareciera a muchas personas. O ciclón «Manuel Velasco» a aquel que cause pobreza y destrucción. O tormenta «Miguel Ángel Mancera» a esa que acabe con toda la infraestructura de una metrópoli.
Pero también hay de esos fenómenos catastróficos que tienen la capacidad de destruir la mitad de un país por sus acciones…
Hoy se reúnen en México, el presidente Peña Nieto y Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de los E.U.A. Nubes en el horizonte…
Aquí ya hay temporal. Gane quien gane, allá les va a llover fuerte.
¿Ustedes cómo le pondrían a la tormenta que viene?
Anden… Díganme. Sin pena. Quiero saber.
Veremos.