Por Rogelio Rivera Melo.
Está bien usar los textos de los demás. De verdad.
A los autores nos encanta que usen nuestras letras, se lo garantizo. Ser fuente de la que abreva otra persona es algo que llena de entusiasmo, alegría y orgullo.
Pero también nos agrada – incluso más que ser fuente – que pongan nuestro nombre junto a lo que escribimos.
Y es que SÍ se vale enamorar a alguien con un poema de Neruda o citar un texto de Eco para confirmar lo poco que uno sabe, uno de Nietzsche para reafirmarse como übermensch o uno de Coehlo para … no sé… ponerlo de pata en la cama. Lo que no es válido es hacer creer a los demás que la poesía de Neruda, la semiótica de Eco, la filosofía de Nietzsche o la … mmm… "temática" de Coehlo son obra de uno.
Y es por eso que la mejor cita es aquella que va entrecomillada y con el nombre del autor original junto a ella. Algo que no es tan difícil, ¿verdad?
Además las citas bibliográficas sirven para deslindarse. Eso de que"El Universo conspira para que todo lo que deseas se cumpla" lo dijo Coehlo. O Jodorosky. O Toño Esquinca, pero no yo. Se los juro.
Es bueno beber del conocimiento de una fuente, pero procure no convertirla en una "fuente de los coyotes". Usted entiende.
Veremos.