Por Rocío Sánchez.
A todos nos dejó boquiabiertos la decisión de la actriz Angelina Jolie de extirparse ambos pechos con el fin de prevenir el cáncer de mama.
La también directora de cine hollywoodense se sometió a una mastectomía doble, con algunos procedimientos quirúrgicos previos que le permitieron conservar sus pezones y recibir después unas prótesis que le darán un aspecto natural. Jolie, quien tiene seis hijos, se había sometido a estudios pues su madre murió de este tipo de cáncer. Ella, relató en una columna publicada en el diario The New York Times, tenía 87 por ciento de probabilidad de desarrollarlo, por lo que decidió, literalmente, cortar por lo sano.
Alguna vez critiqué este tipo de procedimientos que se estaban poniendo “de moda” en el Reino Unido. Desconocía que hubiera algunas pruebas de sangre que permiten detectar exactamente cuánto riesgo tiene una mujer de presentar cáncer de mama. Reconozco que, con esa información, la operación es una muy viable opción. Pero lo más interesante del caso es la discusión que se puede generar acerca de los estereotipos del ser mujer.
Así, una mujer que aumenta el tamaño de sus pechos con implantes es vista con normalidad, pero una que sustituye sus propios pechos por un par de prótesis ya es un caso raro, por decir lo menos.
Jolie lo hizo por voluntad, pero pensemos en las miles de mujeres que lo han tenido que hacer después de la tempestad, es decir, para reconstruir el cuerpo que ha sido tan severamente afectado por los tratamientos. “No me siento menos mujer. Me siento empoderada de haber tomado una decisión fuerte que en nada disminuye mi feminidad”, escribió la actriz. Y qué importante es esta idea para mujeres que ven afectada su autoestima al pasar por los procedimientos que el cáncer de mama requiere.
Las mastectomías pueden ser parciales o totales, y en cualquiera de los casos, es usual que deba extirparse el pezón. Así, el torso de una mujer que fue intervenida puede quedar de diversas formas: con un pecho disminuido en volumen y sin pezón; con un pecho disminuido y el pezón reconstruido (a veces quirúrgicamente, a veces hasta con tatuajes); con el pecho totalmente ausente; con uno o los dos pechos afectados.
Y ante esto me surgen innumerables preguntas. Por ejemplo, ¿cuál de ellas es menos o más mujer que las demás? ¿Una mama sin pezón sigue siendo una mama? ¿Una mujer cuyos pechos fueron extirpados y que solamente conserva sendas cicatrices horizontales debe seguir cubriéndose esa parte que supuestamente no debe enseñar a la sociedad? Y si su imaginación no le da para dibujar lo que le digo, puede buscar el excelente trabajo que han hecho fotógrafos como el estadounidense David Jay, con su proyecto Scar (cicatriz), o el español Toni Balanzà, con su colección Mujeres mastectomizadas.
En sus imágenes pueden observarse mujeres que muestran sus cuerpos con valentía, trazando un nuevo concepto de la estética y de lo femenino. Algunas de ellas todavía están calvas a raíz de la quimioterapia. Ya sea en locaciones o en un estudio, todas miran directamente a la cámara, como retando a quien las ve a atreverse a decir que no son bellas, a atreverse a juzgarlas por no cubrir ese “desperfecto” en sus cuerpos que, después de mirar un rato, no parece ser tan diferente de una cicatriz en la rodilla o en la espalda. Más allá del chisme, este asunto cuestiona la feminidad que con frecuencia depositamos sólo en órganos específicos del cuerpo.
Una mujer es más que la suma de sus partes, es un ser integral más allá de los roles que nos han enseñado en la sociedad en que vivimos.
Publicado originalmente el domingo 19 de mayo de 2013, en la columna Leyendas Sexuales de la Revista Cambio.
http://revistacambio.mx/index.php/Leyendas-sexuales.html
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