La Retórica de lo Trivial XXXIII Por Rogelio Rivera Melo
Calidez Agonizante.
Durante las últimas dos semanas tuve la oportunidad de compartir algunos sucesos con colegas del extranjero que nos visitaron para llevar a cabo un intercambio de experiencias y conocimientos en gestión pública.
En lo personal, tengo una gran debilidad por conocer personas de otros lugares, escucharlos hablar, que me cuenten de su vida, su cultura, su idiosincrasia. Es una práctica que se vuelve un deleite. Además, compartir la riqueza que tenemos en este país es un verdadero placer para mí.
Alguna vez (hace ya algunos ayeres) llevamos a mis amigos entrañables Yang-Seouk, Yasuhiro y Evgenia – coreano, japonés y rusa – a comer a Teotihuacán. A tomarse fotos en las escalinatas del Ángel de la Independencia. Fue una de las experiencias más enriquecedoras para mí, como mexicano, y realmente espero que también para ellos, el poder mostrarles la solidez cultural y la hospitalidad de los ciudadanos de un país como el nuestro.
En estas dos semanas, nuestros visitantes fueron llevados a Garibaldi, Xochimilco, Teotihuacán, al Castillo de Chapultepec, el Museo de Antropología y el primer cuadro del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Me resulta sorprendente ver la cara de fascinación que se manifiesta en los extranjeros admiran el Paseo de la Reforma desde el Alcázar del Castillo. O cuando observan, azorados, la magnitud pétrea de la Pirámide del Sol.
Pero esta vez los visitantes me sorprendieron con una petición especial. Conocedores del futbol mundial, estos hombres querían conocer el Estadio Azteca. Así que se hicieron todos los arreglos para que el sábado pudieran ir… Logramos un permiso, en el área de seguridad, para que ingresaran a la cancha. Desgraciadamente el Coloso estaba vacío cuando llegaron. Pero la dimensión del edificio es suficiente para pasmar a propios y extraños. Y poder ver la reacción es algo magnífico.
Y me pregunto, lector, lectora, con un interés que puede rayar en lo insano… ¿por qué nosotros, los mexicanos, los locales, no nos damos cuenta de la grandeza en la que vivimos? De esa conexión que tenemos con el pasado, con el futuro.
Durante este período de “contienda electoral” se ha tratado de mostrar, con bombo y platillo, todo lo malo, lo nefasto, lo problemático y lo fallido que tiene nuestro país.
¿Y en donde queda lo bueno? Esa mística que es tan invisible para los mexicanos pero que los extranjeros notan y buscan conocer a fondo.
Pienso, amigos, que debemos andar con cuidado al contar las maldiciones que tiene este país. Porque acabaremos creyendo que no tenemos nada bueno. Y no es así. Las mentiras recurrentes terminan por incubarse en verdades aparentes.
A pesar de los dirigentes, malvivientes y presidentes, los mexicanos somos un pueblo internacionalmente reconocido por nuestra calidez y corazón. No permitamos que también nos arrebaten eso.
Veremos.

Siiii debemos de ver todo lo hermoso que tiene nuestro país, nuestra gente y nuestra vida……no lo perdamos….un besote
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Estrellita.
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Sin duda!!! nuestro país es maravilloso!!!
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La grandeza de un pais esta en su gente!!! Muy cierto no?. Q bueno q volviste a escribir, ya tenia un rato q no te leia Roy!
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Completamente de acuerdo, la verdad es que las campañas empañan lo bueno y lo mejor aún es que lo bueno esta en nosotros mismos.
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