La etiqueta de las etiquetas.

La Retórica de lo Trivial XXI. Por Rogelio Rivera Melo

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La etiqueta de las etiquetas.

Me quedé sin habla cuando mi hijo mayor – quien inicia este año la educación media – me comentó sobre las posibles escuelas a las que entrará. “Hay una de chakas, una de fresas y una de nacos”.

Supongo que todo padre debe mantenerse al corriente de las últimas maneras que tienen los jóvenes de “describir” a los otros jóvenes… Pero admito que no es el caso… Así que, fiel a la regla que trato de seguir (esa de siempre preguntar cuando no sé algo), solté la obligada “¿Qué es un chaka?”

La respuesta que me dio el adolescente es lo de menos, pero me hizo reflexionar sobre la manera en que tenemos de ver a los demás, así como en los prejuicios que podemos adoptar hacia todo aquello que es diferente a nosotros.

¿Porqué etiquetamos/categorizamos/juzgamos a las personas que no son “como nosotros”? Las categorías son interminables e infinitas “nacos”, “skatos”, “punks”, “emos”, “gays”, “bugas”, “perredista”, “americanista” y mil que no conozco (incluso se crean nuevas día a día, como los NI-NI’s – esos que ni estudian, ni trabajan).

Siempre pensé que México no era un país racista (quizá porque no había tantas razas diferentes en el territorio como para serlo) – pero ahora me doy cuenta que existe una gran discriminación hacia la otredad. La preferencia sexual, el color de la piel, la nacionalidad, y la religión y hasta el equipo deportivo predilecto, entre otras cosas (ahora está de moda discriminar por la inclinación política), son causas para que las personas den un trato diferente a otras. Y eso, señores, señoras, es el inicio de la segregación.

La siguiente pregunta que le hice a mi hijo… “y tú ¿qué eres?” “Yo soy normal”, fue la respuesta. Ese es el problema básico. Que todos DAMOS POR HECHO, creemos, que somos normales. Y eso sí es como para reír sin parar.

¿En verdad podríamos esperar  que nadie nos pondría una etiqueta por que nos consideramos normales? Por ejemplo, yo he sido (y lo sé porque me los han dicho en mi cara) “nazi”, “fascista”, “represor”, “puto” (si, me lo han dicho), “mandilón”. “guacho”, “sardo” y varios más. Bonito repertorio para la persona más normal de este mundo (según yo, claro). Y lo acepto, también etiqueto a las personas. Quizá ahora lo haga con menos frecuencia – tengo a mi lado a una excelente asesora en asuntos de género y derechos humanos. Pero seamos sinceros, todo eso que no es “como nosotros” o “como a nosotros nos gusta” es “raro”. De entrada. Y todos ponemos “nombres” a esos que son diferentes.

Una amiga que vive en Monterrey y que convive con personas que “los normales” consideraríamos “raros” escribió sobre ellos

“…Constantemente luchan contra estereotipos, sus mentes y personalidades demuestran las llagas provocadas por la sociedad, la cual falla al tomar en cuenta el talento que emana de cada uno de ellos…, tienen necesidades, pero esas necesidades no los convierten en criminales… Con ellos aprendí que generalizar es un gran error…”.

Cuanta sabiduría.

Sé que como padre tengo la obligación moral de mostrar a mi hijo cual es el camino correcto, que como ciudadano tengo la obligación cívica de cumplir con las normas establecidas por la sociedad, pero como humano tengo la obligación ética de considerar a los otros humanos como iguales. Sean lo que sean, hagan lo que hagan, les guste lo que les guste, crean en lo que crean y, claro, voten por quien voten. Nadie es menos – y nadie es más – que otro.

Es normal que, como personas – como individuos, pues – no logremos cumplir todo el tiempo con las tres obligaciones que menciono arriba, pero cuando una sociedad completa olvida ese deber, y no lo valida todo el tiempo, la situación se vuelve peligrosa para todos – porque todos somos diferentes. Y esa es la única certeza que tenemos.

Wayne Dyer  lo deja bien claro: “Cuando juzgas a otro, no lo defines a él o a ella, te defines a ti mismo”.

Así que respiré hondo y le dije a mi hijo: “Quizá a ti te digan de una manera en que te parezca ofensiva. ¿Qué te parece si mejor respetamos a los demás?” A fin de cuentas, todos somos “Humanos”, y creo que esa es la mejor etiqueta que podemos aplicar.

Veremos…

Categorías: Apodos, Certezas de la Vida, Reflexiones, Retórica de lo Trivial | 16 comentarios

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16 pensamientos en “La etiqueta de las etiquetas.

  1. Kaia_Belic

    Me dejas sensación de libertad..gracias.

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  2. Lo que en ocasiones no pensamos es que eso que tanto criticamos -e incluso odiamos- en otras personas es lo que realmente rechazamos de nosotros mismos y por ellos buscamos epítetos (palabra dominguera que no recuerdo dónde escuche o leí, pero creo que aplica muy bien a la ocasión y si no me creen vean la definición de la RAE) para hacerlos diferentes y por ello marcar una alejamiento, aunque sólo sea mental.
    Esto siempre ha existido, ya sea en forma de Untermenschen (como lo empleaban los Nazis), amarillos, rojos, azules, negros, blancos, charlies (Viet Nam), ragheads (Irak y Afganistán), mojados, cholos, infidels, etc., etc., o cualquier otra característica que me permitan quitar el «status»,de ser humano y con ello pueda lanzar desde ataques verbales hasta agresiones físicas que en ocasiones culminen con la masacre de pueblos enteros por tener una creencia, filiación política o color de piel diferente.
    Como acertadamente dices, tenemos que enseñar a convivir sin caer en prejuicios o estereotipos, pero en definitiva es más fácil decirlo que hacerlo….

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  3. Cierto… ejemplos sobran, ¿verdad?… Gracias por tus comentarios tan acertados, compañero… Te extraño, todas esas aventuras de ultramar. Todos esos «Call the ‘terps. ASAP». JAJAJAJAJA.

    Pero sobre todo, esas pláticas inteligentes. Te mando un abrazo.
    Me gusta verte por aquí. Escribe más seguido.

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  4. Frando Zu

    Es la primera aportación que hago a esto, y espero hacerlo bien, poder conectar mi cerebro a los dedos y de los dedos a las letras…
    Somos muy dados a categorizar, y es porque así nos enseñaron desde pequeños… La teoría de los conjuntos, de los similares y los diferentes.
    Y mira, quien dice que las matemáticas no las aplicamos día con día… Hasta nuestras relaciones se basan en esas «categorías»
    Nosotros somos «tepeyacos» y no dudo que alguno se sienta ofendida con tal calificativo, porque de que los hay los hay… Empero, vibramos y vemos el mundo desde una perspectiva similar…

    Y para terminar, despues de tres décadas de vivencias, creo que lo mejor es recordar que a un libro no debe juzgársele por la cubierta; de igual manera los seres humanos… Porque si la cubierta es brillante y llamativa puede ser que el contenido interior sea vano o ligero y tengas que nivelar las cosas con el exterior… O puede ser que la cubierta sea vieja, y haya sucumbido al paso de los años, pero las vivencias y la historia que protege sea más que maravillosa…

    Ahora si el cierre…
    Hace unos fines de semana vi Rango, y voy a compartir el siguiente dialogo…

    – Solían llamarte “El Hombre sin Nombre”.

    – Estos días, tienen un nombre para casi todo.
    No importa como te llamen, son las acciones, las que hacen al hombre.
    Ningún hombre abandona su propia historia.»

    Frando Zu

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    • Tienes razón… la teoría de los conjuntos (igual y diferente) es lo PRIMERITITITO que nos enseñan en la escuela… Y si, no debemos dejarnos llevar por el «oro» brillante. Hay personas que son como diamantes… parecen oscuras y sin importancia pero solo necesitan un poco de pulido para brillar con brillo propio y demostrar su verdadero valor.

      Gracias, amigo. Te quiero.

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  5. sergio monroy

    Aaaaah que buena columna la de hoy, que va muy de la mano de lo que mencioné en la que referiste los apodos, ese es mi punto, llamar a las personas por sus nombres es el mejor inicio de una relación llena de respeto y si se deforma el nombre que sea por uno que implique un cariño entrañable, un amor desmesurado o una admiración profunda, así y sólo así se justifica dejar de llamar a las personas por su nombre.

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    • Sergio… gracias por criticar. Y si, debemos intentarlo… es difícil, pero cuando uno lo intenta, otros lo intentan. Empatía y sinergia…

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  6. yayo

    Deja lo disfruto! I´ll be back

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  7. Rocío

    ESO es justo lo que quiero decir cada una de las 85 mil veces que me refiero al tema 😀

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  8. elisa

    ¿ Y aqui donde va el like?

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  9. Maru

    Entonces, llegamos al punto en el que aceptamos que los apodos son el principio las grandes etiquetas cierto?? que bien descubrir que aunque te divertiste en algún tiempo con esos apodos, has caído en cuenta y no le enseñarás lo mismo a tus hijos, aplausos!!!

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  10. Cada que un amigo (si así me permites llamarte) entiendo mejor eso de que los hijos terminan enseñando a los padres, incluso más de lo que ellos mismos esperan, lo cual me parece realmente maravilloso porque para ello se requiere una dosis importante de humildad.
    Las etiquetas como los apodos tienen precisamente esa finalidad «segregar» (aún de manera inconsciente), cuando alguien se siente por encima de los demás y no tiene conciencia clara del piso que pisa (es decir, se encuentra sobrevalorado) surgen este tipo de circunstancias, y creo que a lo largo de la historia hemos tenido ya suficientes ejemplos de lo peligroso que eso resulta en el mundo.

    Excelente entrada.

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