Las fábulas son, básicamente, una clase de filosofía usando animalitos como ejemplo. A ver si así aprendemos algo.
Era una vez un asno y su dueño. Ambos iban caminando por un sendero en la montaña. En un momento dado, el animal resbaló por el borde del precipicio y comenzó a caer hacia el abismo.
Burro y humano luchaban para evitar que cayera el primero. El dueño intentó sostenerlo por las riendas pero al ver que no sería suficiente, tomó por las crines al animal y lo arrastró por la cola para regresarlo a la senda.
El asno, sintiendo el dolor del tirón en el pelo, se retorció para soltarse, pero cuando lo tomaron por el rabo, soltó una coz que pegó de lleno en el hombre. Debido al golpe, el dueño soltó al animal, que irremediablemente se precipitó hacia la profundidad del barranco.
El hombre, apenado por la pérdida y adolorido por la patada, miró hacia la sima y musitó para sí: «Al terco hay que dejarlo con su terquedad«.
Y la moraleja de hoy: Recibir ayuda a veces resulta incómodo – incluso doloroso – pero es mejor soportar esa molestia que azotar en el fondo del abismo. Así como ayudar a los demás es inútil cuando el otro no quiere ser ayudado.
Veremos.
No sé. Tengo el presentimiento de que durante los siguientes meses y años, vamos a necesitar expresar, compartir e impartir todas las clases de filosofía, ética y moral que podamos. Total, ¿qué es lo peor que podría pasar?
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Yo también soy el que soy. 
Heroísmo Agonizante 101 (Sólo para principiantes) 