Por Rogelio Rivera Melo
Cada vez que intentes cruzar una puerta no olvides considerar que podría estar cerrada.
Puertas Cerradas.
La puerta que deseas atravesar está abierta. La cruzas sin problemas. Eres feliz y estás que no cabes en ti de satisfacción. Pero no siempre será así. Hay un cincuenta por ciento de posibilidad de que tu portal esté de par en par esperando a que tú lo traspases. Todos tenemos la esperanza de que nuestros retos sean puertas abiertas.
El otro cincuenta por ciento es el que nadie quiere encontrar. No hay paso por ahí. Está puerta no se puede abrir ni con una llave maestra. Los empujones y las patadas no sirven de nada. Está cerrada con tres candados, y es negra.
El problema es que ESA puerta – la que no tiene una apertura para mí – es la que más nos llama la atención. «Esa es MI PUERTA», decimos. «De aquí no me muevo hasta que pueda pasar».
¿Qué acaso no dice Coehlo que el universo conspirará para que la maldita puerta se abra? Quizá solo tenga que esperar a que un rayo de luna desvele la escritura élfica con el encantamiento para abrirla. O tal vez pueda volarla con suficientes explosivos plásticos, así como en los videojuegos.
Sí. Inténtalo todo. No te rindas. Esa puerta se debe abrir ante tu insistencia y tu tesón. Se inteligente. Eso es lo que nos han enseñado.
Pero, lector, lectora… hay puertas que no se abren. Jamás. Al menos no se abrirán para uno. Esa es la parte real de la vida real. La triste realidad de la existencia humana.
Lo que sí puedo asegurarte es que por cada puerta cerrada que encuentres, hay diez que permanecen abiertas. Diez que están listas para que las conquistes y las hagas tuyas. TU PROPIO PORTÓN.
El detalle es que ninguna de esas diez puertas abiertas están en el mismo edificio que tu puerta cerrada. Ni en el mismo vecindario. Es posible que ni siquiera en la misma ciudad. Y a veces no están en el mismo país.
No sabrás dónde se encuentran hasta que te tomas el tiempo y el esfuerzo en hallarlas. Solo no te rindas ante la primera puerta que no puedas abrir. Si no lo hace al segundo intento, muévete. Fluye. Busca otra puerta. Seguro encontrarás algunas.
Además hay muchísimas ventanas.
Piénsalo. ¿Cuál es tu puerta cerrada a la que te estás aferrando hoy?
Hay que comenzar a buscar otras alternativas. ¿No crees?
Veremos.
