La Retórica de lo Trivial CXXIII Por Rogelio Rivera Melo
Existe un espacio determinado de tu visión que no se alcanza a cubrir con el reflejo de los espejos de tu carro. Bastantes accidentes viales suceden cuando quien conduce un vehículo realiza un movimiento sin tomar en cuenta el llamado «Punto Ciego».
Al igual que los vehículos, las personas también tienen puntos ciegos. En la parte posterior del ojo existe una zona que carece de las terminaciones nerviosas en la retina. Este espacio no registra las variaciones luminosas procedentes del cristalino, por lo que no se transmite esa información al cerebro. Fisiológicamente es imposible «ver» algo que nuestros ojos no pueden captar físicamente.
La semana pasada tomé un curso sobre una característica que tiene el ser humano: la capacidad de crear «puntos ciegos», de manera auto-inducida. Puesto de otra forma, un modo de elegir «no ver» lo que sucede a nuestro alrededor.
Los puntos ciegos personales son todas aquellas cosas que otros pueden ver acerca de nosotros, pero que nosotros no vemos (por elección propia o por circunstancias externas) . Y todos, sin excepción, los tenemos.
¿Cómo crea la mente un punto ciego? Normalmente surgen a partir de la sobreestimación de lo positivo y la subestimación de las cosas negativas en nosotros y a nuestro alrededor.
En ocasiones, el cerebro «observa» todo aquello que nos lastima, nos causa dolor, resentimiento o disminuye nuestra autoestima y lo considera una amenaza, pero en lugar de «luchar» contra ella, «elige» no verla.
No soy psicólogo, pero entiendo que esta «ceguera» ante los problemas es un mecanismo de defensa primigenio: «Si no lo veo no existe y si no existe no me lastima».
El problema con este mecanismo es, precisamente, la falta de atención a lo que nos daña. Si no lo podemos ver – analizar, racionalizar – no podemos luchar en su contra. Y, debido a esa falta de visión, no podemos adquirir una experiencia consciente sobre nuestros problemas. Sin la experiencia que nos otorgan esos retos, no hay crecimiento personal.
La mayoría de las veces, la creación de un punto ciego en nuestra mente, no es un proceso consciente, pero aunque «no querer ver» puede significar un fácil consuelo ante nuestros miedos, lo único que puede evitar el autoengaño que se genera por nuestros puntos ciegos, es tener el valor para buscar y vencer lo que nos lastima.
Ahora, el punto es considerar, reflexionar y conocer cuáles son las cosas que elegimos «no ver» en nuestra vida. Muchas de ellas son las que impiden que seamos lo felices que podríamos ser.
Por muchos años, yo sentía la necesidad de poder controlar la situación – familiar, amorosa, laboral. Era un punto ciego personal: mi elección era «no ver» que uno no puede tener el control total de nada. Pero esa falsa percepción le da a uno cierta sensación de seguridad. Cuando uno lo acepta vive con más libertad y los demás lo agradecen (ya no tienen que vivir bajo el yugo de un falso control imaginario).
¿Cuáles son tus puntos ciegos? Compártelos con nosotros. Tal vez, entre todos, podamos ayudarnos.
Veremos.
