Archivo diario: 15/07/2013

Egipto, Túnez, Brasil, Turquía, Grecia. ¿Y México?

Por Adriana Patricia Díaz.

Reflexiones de una viajera mexicana sobre los movimientos revolucionarios en el mundo.

 
Monastikari, Atenas. Julio de 2013.
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Mientras pruebo un helado en esta bella plaza de la capital griega, observo de lejos uno de los sucesos que se han vuelto parte del paisaje cotidiano en las capitales europeas y asiáticas durante el último año. No veía un evento cultural, sino una manifestación pacífica por parte de los ciudadanos. Otra más. La de hoy se debe a la cancelación de un canal de televisión nacional.

 A medida que el helado se consume, me quedo pensando en la clase de emisaria que soy. En todos los países que he visitado últimamente, han estallado grandes protestas en contra de sus regímenes gobernantes. Egipto, Túnez, Brasil, Turquía, Grecia.

Hace poco más de dos años, apenas pude escapar de los efectos de la Primavera Árabe en Túnez. Allí, la Revolución del Jazmín logró – con la participación de la juventud tunecina, derrocar a Zine el Abidine Ben Ali.

Los gobiernos represores, como mi helado, tarde o temprano llegan a su fin. Y uno no puede escapar de su destino. Ni siquiera en sus viajes. Lo que te toca vivir, te toca vivir. Y me alegro que así sea. Viajar me ha puesto justo en medio de las situaciones adecuadas.

Permítame explicarle. Hasta hace poco me consideraba una mujer apolítica. Era completamente ajena a lo que sucedía en otras partes del mundo. A veces, cuando veía en la televisión las noticias sobre los acontecimientos mundiales expresaba un condescendiente e ignorante “Si, está fea la situación, ¿verdad? Pobres, allá las cosas están muy mal”.

Cuando, durante mis viajes, comencé a ver la problemática social de los países que visitaba, me convertí en algo más que una turista. El gusto que tenía por lugares como Turquía se ha vuelto amor, de ese amor que duele. A través de las protestas ciudadanas pude ver la realidad de las naciones. Es como mirar dentro de un espejo que no conocía.

 Hace dos semanas estaba en Estambul. Mi estancia coincidió con las manifestaciones populares relacionadas con el Parque Taksim Gezi. Allá, cuando la gente veía por la televisión que en Brasil se estaba levantando otra expresión debido a los excesos en el gasto generado por el próximo mundial de futbol, la pregunta que me hacían era “¿En México cuando se van a levantar?”.

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«Capuleando» en Estambul
Foto: Patricia Adriana Díaz

Los mexicanos tenemos la idea de que somos un pueblo muy bravo. Pero las primeras veces que me vi enfrentada a tal cuestionamiento me quedaba con cara de quien no estudió para un examen. Mi cara bien demostraba expresión de “¿me repite la pregunta?”. Y en realidad no sabía que contestar. Por primera vez durante el viaje, me entristecí.

Caí en la cuenta – no es que no lo supiera, pero ahora el sentimiento me golpeó de lleno – que México es, por excelencia, la proverbial cubeta de cangrejos. Que sería muy difícil ver que en mi país suceda lo que ahora pasa en Turquía, donde diferentes etnias, clases sociales, géneros, edades, se han unido, TODOS, por el reclamo a un derecho común. Algo diferente a lo que pasa en México.

Mi país está secuestrado, y no sólo por las drogas como nos quieren hacer creer, sino por la indolencia. Ese sentimiento de apatía, incluso al contemplar todos los días noticias sobre muertos, secuestrados, torturados, corrupción y más. Una falta de acción que nunca antes me había lastimado.

En México no hay represión con gases pimienta y cañones de agua, no nos han restringido el acceso a las redes sociales. Ni siquiera se tiene que preocupar el gobierno de eso. Aquí solo nos dejan a la suerte. Lo más probable es que un día te den un balazo para quitarte el auto. Que te conviertas en una estadística más. De homicidios, de secuestros, de desaparecidos.

Pero si en México también tenemos muchas protestas. ¿Cómo olvidar esa legendaria manifestación del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador? ¿Cómo obviar las entre diez y cien manifestaciones que hay diariamente en la Avenida Paseo de la Reforma? En mi México protestamos por tantas cosas.

Pero, en realidad, el único movimiento similar al turco que recuerdo en México, donde realmente observé a representantes de toda la sociedad, desde comerciantes tradicionales, hasta miembros de las pudientes familias de los “suburbios”, fue aquella enorme manifestación pacífica de hace algunos años. Alguien nos convocó a reunirnos en el Zócalo (esa enorme plaza central), vistiendo ropa blanca o negra, para reunirnos y protestar por la ingente cantidad de muertos y secuestrados. El magno evento duró un día. Al siguiente hubo las respectivas notas en el periódico. Y no más. No pasó nada más. A las pocas semanas, la violencia se desbordó brutalmente en todo el país.

En comparación con Turquía – y con muchos otros países – los mexicanos estamos muy atrasados en cuestión educativa y eso causa diferencias importantes. A medida que esas diferencias puedan aminorarse nuestras desigualdades culturales se volverán menos abismales. La educación no sólo debe enfocarse a mandar los hijos a la escuela. Hay que enseñarles. Y para eso uno – como padre – debe educarse. Mantenerse en la línea. Nota personal: Más libros, menos tv por cable.

Después de ver – en primera fila – lo que es la verdadera represión en estos lares, y de vivir la dicotomía turca entre la liberación hacia el occidentalismo y el pesadísimo bagaje cultural otomano, que gusto me da ver los “desfiguros” de las parejas en el transporte colectivo de la Ciudad de México. Aquí uno se puede tocar, abrazar o besar sin que nadie trate de llevarlos con la Policía Moral.

El fin de mi viaje se acerca. ¿Qué ha cambiado? No soy partidaria de vivir en la eterna angustia. No me volví socialista. Al capitalismo le debo mucho de mi feliz vida. Trato de trabajar lo mejor posible, y poner en alto el nombre de México, mi país, en cuanta ocasión se presente. Esa es mi cooperación. ¿En qué he cambiado? Para desilusión de mis entrañables amigos revolucionarios, no saldré a manifestarme a las calles, tratando de replicar un ambiente que no corresponde al de la realidad de estas tierras. Hay que profundizar contextos. Tardaría años y me falta mucha cultura política para seguir haciendo estas reflexiones. Espero que con los viajes pueda aprender algo más.

Mi helado en Monastiraki se derrite. Veo los mensajes que se han acumulado en mi celular y sonrío tiernamente leo más de tres que dicen “¿no te da miedo estar ahí? Cuídate mucho por las protestas. En esos países se pone rudo. Las cosas se ven muy mal en la tele”.

Me duele saber que bastarían 5 palabras para que entendieran que no iba a hacer algo revolucionario: “Calma, yo vengo de México”.

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