Pelea de Cantina

La Retórica de lo Trivial LXXXII Por Rogelio Rivera Melo

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Pelea de Cantina

Imagine usted, querido lector, lectora, la musiquita de «El Bueno, el Malo y el Feo»… ¿Ya? Bien. Me gustaría que pintara en su mente la calle principal de un pueblo del viejo oeste. Una calzada sin pavimentar, con edificios de madera a los lados. Los jinetes que sobre sus caballos avanzan languidamente; las mujeres que, con su vestuario de época, caminan raudas bajo el sol que atosiga con su brillo. ¿Tiene la imagen en su cabeza? Entonces ya estamos ambientados para el siguiente texto.

Como todo pueblo del salvaje oeste que se precie de serlo, el nuestro tiene un bar. Una cantina de esas que los spaguetti western se han encargado de ejemplificar tan bien. Un lugar al que todo el pueblo puede acudir. Un espacio público al que va quien tiene deseos de divertirse, despejarse, echar un trago y conocer lo último en los chismes del poblado. Pero no es obligatorio llegar. Uno va cuando tiene ganas. Ahí siempre estará el cantinero – o alguien más – para escuchar. Además, como en todos los establecimientos de este tipo, hay clientes frecuentes – esos que pareciera que siempre están ahí – comentando, haciendo chistes, a veces gritando lo que piensan, a veces callados escuchando. Pero también hay gente que vive en el pueblo y que casi nunca llega a visitar el bar. A veces entra, ve lo que hay, quién está, da una vuelta y se retira sin hacer ruido.

Ayer tuve una revelación de esas raras… me di cuenta que los grupos de Facebook son los bares de esa aldea virtual. Seamos sinceros, si uno vive en la localidad, eventualmente llegará a un grupo. Los hay de muchos tipos – de fotografía, de contactos, de escritura, de enamorados, de fotos pornográficas. Usted podrá encontrar un grupo de todo aquello que se le ocurra.

Yo llegué a uno de estos lugares – grupo/cantina – por casualidad. Así como se llega a muchos lugares en el internet. Al grupo que me refiero es uno que adoptó el nombre de un  popular programa cultural de la televisión abierta, pero bien pudo haber sido un grupo de rubias con grandes tetas, o de fanáticos de las motocicletas. Como yo no buscaba mujeres frondosas o bicicletas con motor, sino un lugar de intercambio cultural, en mi búsqueda llegué, vi y me quedé.

Me gusta ese grupo. Pero ayer fui testigo de mi primer pelea de cantina en la red social. Uno de los clientes habituales comenzó a gritar – muy frecuentemente según otros parroquianos – sus chistes, sus comentarios y sus opiniones. A algunos no les gustó. Y aunque el susodicho siempre fue respetuoso con los demás, de pronto la situación se salió de control. Bastó que uno dijera: ¡Que lo callen!

De pronto, como en filme de Clint Eastwood, se fue congregando el pueblo en el lugar. Personas que los habituales no conocíamos. Muchas personas. Llegaron a caballo, con escopeta, con tridentes – y si hubiera sido de noche, con antorchas. Me imagino  la polvareda que levantaban en el desierto al acercarse cabalgando como turba del Klu Klux Klan. Con sus blancos sambenitos y cruces en el pecho. Alguno de los espectadores incluso comentó «si esto es un linchamiento dejénme participar, que nunca he estado en uno de esos».

Los partidarios de unos y otros comenzaron a discutir acaloradamente. Hubo quien amago con sacar la pistola, otros si se enfrascaron de lleno en la refriega. La situación pronto se salió de control. Volaron sillas, se asestaron golpes bajos, hubo disparos, coces, rebuznos y se lanzaron gritos e insultos.  El sheriff nunca llegó.

Cuando los ánimos se calmaron, y volvieron a cantar los grillos, nos dimos cuenta que, por fortuna no hubo bajas graves. Solo egos heridos y rodillas raspadas. Pero todos estabamos completos. Quizá algunos no vuelvan al bar jamás. Están en su derecho y no se les extrañará demasiado.

Alguna vez leí en otra red social – HI5 o algo así – que discutir en el internet es mal negocio. Aunque ganes siempre pierdes. Además ¿cuál es la razón de pelear con alguien virtualmente, si existe la posibilidad de bloquearlo? En las redes sociales uno aguanta lo que quiere. La tranquilidad está tan lejana como un click en el mouse.

Esa, estimados lectores, queridas lectoras, fue mi salvaje experiencia western-style en un grupo de Facebook. Y era un grupo cultural. Ni quiero pensar lo que sucederá cuando hay problemas en un grupo de seguidores de los Hell Angels.

Veremos.

Categorías: Redes Sociales, Reflexiones, Relaciones, Retórica de lo Trivial | Etiquetas: , , , | 2 comentarios

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2 pensamientos en “Pelea de Cantina

  1. Axel Araujo

    » El hombre ha nacido para luchar, y es como se le define mejor diciendo que es un guerrero nato y que su vida desde el principio al fin no es sino una batalla. »

    Thomas Carlyle.

    Hay quienes no podemos resistir a la dulce tentasion de llevar la contraria o de querer expulsar una diarrea verbal, en mi caso es una adiccion casi tan orgasmica como el alcohol o la cocaina, es algo que no puedo resistir, el dia que alguien en verdad muera por este vicio, entonces, pedire ayuda, antes, no.

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  2. Salvador G

    En efecto, las redes sociales pueden ser entretenidas, salvajes, controvertidas, mas nunca aburridas. Es diificil encontrar un consenso, son tanatas personas, tantos formas de pensar, tantos mundos y tanto espacio….

    En lo personal, alguna vez me meti en una de esas refriegas hasta que encontre la solucion perfecta, apretar una curecita y poner «aceptar».

    Tambien aprendi a alejarme de las redes sociales en tiempos electorales, ahi si hubo muchas, pero muchas bajas. 🙂

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