La Retórica de lo Trivial XXXVI Por Rogelio Rivera Melo
Las relaciones humanas y el tejido de esperanzas.
Estoy en la línea para entrar al sistema de transporte subterráneo en la Ciudad de México. La hora es ideal para que miles de personas se congreguen en un espacio pequeñito para tal cantidad de gente. Miro alrededor. Personas absortas en sus pensamientos. Parejas tomadas de la mano. Familias con hijos pequeños. Hombres y mujeres que vienen del trabajo. Jóvenes escolares. Seres humanos con una historia única y particular.
Me asombra la certeza de que cada una de ellas está relacionada con mi vida. En este momento estamos compartiendo el mismo lugar, el mismo aire. Vivimos en la misma ciudad. Sus acciones pueden, en cualquier momento, cambiar el rumbo de mi existencia.
¿Alguna vez ha analizado usted, lector, lectora, la manera en que se relaciona con los demás? ¿Cómo es el tejido social que vas hilando? ¿Cómo te comportas quien vives, con quien trabajas, con quien hablas durante el día? ¿Te has puesto a pensar en que lo que haces, lo que harás – y claro, lo que dejes de hacer – puede causar el cambio en la vida de “los otros”?
Durante una entrevista para la publicación Letra Ese, Stuart Milk, uno de los baluartes en la defensa a los derechos de las minorías, contó una anécdota sobre Octavio Paz, uno de los grandes escritores y poetas latinoamericanos. Dice que cuando ganó el premio Nobel de literatura, una reportera de The New York Times le comentó, mientras se preparaban para una conferencia, “es posible que no me recuerde pero nos conocimos hace algunos años en Nueva York. Usted trabajaba para una compañía editorial y quería llegar a algún lado y yo le ayudé”. Paz le contestó, “Señora, esta vieja mente ahora no puede recordar ni siquiera la hora del almuerzo, pero mi suerte estuvo alguna vez en sus manos, y el corazón no puede olvidarse de algo así”. Cuanta sabiduría se encuentra contenida en esas palabras.
Hay quienes dicen que la maldad, la desconfianza y la violencia son rasgos únicos del humano. Probablemente tengan razón; sobran motivos y razones que lo demuestran día a día. Pero también creo que en cada uno de nosotros, como personas, existe una gran cantidad de cosas buenas que hacen que la humanidad aún tenga ilusiones. Si hacemos que cada momento que pasamos con alguien más sea importante para nosotros, si logramos que cada interacción sea transcendental, entonces iremos formando un tejido fino, cerrado, irrepetible. Y haremos que nuestra vida sea valiosa para alguien más, pero sobre todo, para nosotros mismos. Una vida – un hilado- de una belleza incomparable. Un tejido de esperanza.
El contacto que tenemos con las personas, la manera en que interactuamos, va dando una dimensión única a nuestra existencia. Busquemos que ese trato sea cordial, amable, incluso encantador. Por que el camino de todos está unido, quizá de manera invisible e intangible, pero indiscutible. Estamos aquí solo por un breve período de tiempo y hay tanto que podemos hacer. ¿Para qué desperdiciar nuestra corta estancia en este mundo en odios, resentimientos y discusiones vanas?
¿Y si lo intentamos? ¿Que lograremos? ¿Me cuentan?
Veremos.