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Quis custodiet ipsos custodes?

Por Rogelio Rivera Melo.

Y un soleado día de marzo, de pronto nos dicen que los aparatitos que están siempre con nosotros pueden trasmitir toda nuestra información a quién sabe quién para quién sabe qué. ¡Ah! ¡Cierto! Es por nuestra propia seguridad. ¿O no?

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Wikileaks revela que la CIA puede espiar a través de teléfonos, televisiones y aplicaciones.

Iba de camino a comprar una cafetera inteligente en una de esas enormes tiendas departamentales, cuando alcancé a ver de reojo el encabezado de un periódico: «Wikileaks revela que la CIA accesa en secreto a nuestras televisiones para tareas de espionaje«.

El artículo describe la manera en que la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos utiliza toda una gama de herramientas para tener acceso, en secreto, a todos esos aparatos que utilizan internet y, a través de ellos, obtener información mediante el espionaje. Pero eso ya lo sabíamos, ¿no?

Uno de los métodos que  usan los espías informáticos de las agencias de inteligencia estadounidenses es encontrar «brechas» o «espacios» de baja seguridad en los sistemas operativos empleados por cámaras, televisiones, teléfonos inteligentes y – básicamente – todo aparato que pueda conectarse a una red de datos, a través de la cual «chupan» – y seguramente almacenan – la información de los usuarios.

Y posiblemente hasta sea legal. ¿En realidad quién lee las letras pequeñas de los avisos de confidencialidad de las aplicaciones que se descargan en los teléfonos? ¿Quién me puede asegurar que todas esas aplicaciones que realizan «tests de inteligencia» o que ponen naricitas coquetas y ojitos de conejo drogadicto sobre la cara de las personas no están transmitiendo información en vivo a alguien más? De seguro, alguien en la CIA o en la NSA está atacado de la risa viendo sus videos de snapchat o sus estados de whatsaap.

Ahora, el problema no es que las agencias del orden tengan acceso a lo que hago, todo lo que hago, ya que hasta cuando vamos a defecar llevamos con nosotros nuestros teléfonos -aquel que no lo haga, que lo diga ahora. Se supone que las agencias de inteligencia lo hacen para salvaguardar nuestra integridad y nuestra seguridad para librarnos de esos males que nos acechan sin que nosotros, mortales estúpidos como reses pastando en el campo, nos damos por enterados. No, ese no es el problema.

A mi parecer, más allá de la invasión a la privacidad (a la que, siendo sinceros, nosotros mismos estamos renunciando al utilizar el internet y al vincularnos a cualquier red que nos encontramos en el éter con afán de «estar conectados»), el verdadero riesgo que puede surgir en esta situación se encuentra en el uso al que pueden darle otras personas a esa información. Sobre todo cuando las herramientas que se utilizan para el espionaje son desarrolladas con fines comerciales.

Las compañías que desarrollan estos métodos de espionaje pueden venderlas al mejor postor. Los israelitas son retebuenos para eso del espionaje (ya sé, soné muy estereotípico, pero no quise decir que los judíos son retebuenos para el bisne) y se sabe que en México, hay compañías que han proporcionado – por una muy buena cantidad de dinero – estas herramientas a gente tan fina y elegante como la que trabajaba para Javier Duarte – exgobernador de Veracruz y prófugo de la justicia internacional.

Supongo que el crimen organizado también cuenta con la solvencia financiera para comprar uno de esos programas que clonan tarjetas de crédito, espían teléfonos o acceden a los correos electrónicos de las personas.

Y es aquí cuando viene a mi mente la paradoja mencionada por el filósofo griego Platón en su diálogo socrático: Quis custodiet ipso custodies? (¿Quién está cuidando a quienes nos están cuidando?) Y es que ¿una persona que ha desarrollado un programa que espía a los demás, incluso haciendo alarde de que ésto es con fines superiores como la justicia y la seguridad, pero con el que también obtiene jugosas ganancias económicas – y quizá también beneficios personales a través del manejo de la información que recaba, será capaz de negar su uso si éste es para acciones deleznables como la represión y el crimen?

Maldita filosofía. Maldito internet. Malditos todos.

Yo iba a comprar una cafetera de esas que te preparan el café por las mañanas de manera automática, con su relojito y su hermosa figura estética. Pero me retracté después de leer que quizá ese aparato infernal podría ser el puente mediante el que alguien acceda a mis más recónditos secretos – esos que no sé si pueda mantener antes de mi dosis diaria de cafeína.

Terminé comprando una prensa francesa tradicional. Esa no me va a espiar. Seguro.

¿Y ustedes van a seguir usando Snapchat, Instagram, Facebook y Twitter en sus teléfonos inteligentes?

Yo sí. A la mierda. Si lo sabe Dios, que lo sepa el mundo.

Veremos.

Categorías: #LevantaTuVoz, #RaiseYourVoice, 2017, Actualidad, Asuntos Militares, El título del día, Espionaje, Geopolítica, Rebeldía, Retórica de lo Trivial | Etiquetas: , , | Deja un comentario

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