Por Rogelio Rivera Melo
Hoy me comprometo a abandonar todo lo anterior. A detenerme en mi andar. A orillarme en mi camino y dejarlo justo en este punto.
La carga es demasiada para seguir con ella. Y no estoy dispuesto a dejar pasar una sonrisa más, a intercambiar una caricia por un mal momento. No es un negocio que otorgue rendimientos.
A ti, que en alguna ocasión me lastimaste; a ti que me humillaste, o me ignoraste, o fuiste una influencia negativa en mi vida… te perdono. De corazón. Sin rencor, ni resentimiento.
A todas esas situaciones que me hicieron sentir menos, que me restaron autoridad, que me causaron una cicatriz, hoy las dejo ir. Aquí se quedan.
Las circunstancias, las personas, la pérdida de algo… Todo lo que me ha lastimado. Lo que me ha ofendido. Lo que me ha hecho perder un momento de felicidad. Y que, por cualquier razón (consciente o no, válida o no) he guardado dentro de mi corazón. Todo lo negativo que he almacenado en mi alma, y que impide mi plenitud espiritual y personal. Hoy las libero y les agradezco por el crecimiento y la madurez.
A ti, que eres un lastre en mi vida… te pido perdón por no seguir en la tuya. Te agradezco tu interés en mi. Y el tiempo que me has dedicado. Pero hoy me despido. No perteneces más, ni tienes control, ni tienes injerencia en mi vida.
Hoy dejo ir. Hoy empiezo de cero. Hoy comienzo otra vez. Libre de ataduras. Libre de pensamientos negativos.
¡LIBRE!
