
Flaca, no me claves tus …. (palabra censurada por nueva ley).
Hace un par de días, en México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó una de las medidas más – ay, no sé cómo calificarla – ¿progresistas? ¿avanzadas? respecto a la discriminación. El máximo tribunal constitucional del país, encargado de recibir, analizar, corregir y aprobar disposiciones, leyes y reglamentos que son de carácter general para los diversos sectores que componen a la sociedad, decidió que dos – ¡DOS! – palabras (“puñal” y “maricón”) son expresiones discriminatorias y que “denotan una condición de inferioridad”. Por esta razón, el que las diga puede ser sujeto de una demanda por daño moral.
Los antecedentes de esta resolución – como los de cualquier fallo de la SCJN – están bien documentados. La decisión se tomó debido al caso de una demanda interpuesta por un periodista contra otro periodista que lo llamó “puñal” y “maricón”. Resultado: Dos palabras prohibidas “por discriminatorias”.
La duda que me asalta es si estas dos palabras serán un marco referencial para todos los demás vocablos que pueden ser empleados como recurso peyorativo. Permítame explicar, lector, lectora, el motivo de mi cuestionamiento. Si dentro del territorio nacional, yo le digo a un ciudadano mexicano – o extranjero – “Eres un puñal” y él me demanda, lo acepto. Pero ¿y si le digo “tus preferencias sexuales son raras para mi gusto. Eres un raro.”? El contexto semántico – el significado, pues – de mi elaborada oración es exactamente el mismo. Pero, en realidad, no debería tener ningún problema judicial ya que no le dije “puñal”, ni “maricón”.
Actualmente, “puñal” es un término tan retro que muy pocos lo utilizan. Solo los homofóbicos viejos. Y quien usa, hoy en día, “maricón” es porque se siente “cómodo” recurriendo a epítetos ancestrales, habiendo adjetivos “descalificativos” mucho más novedosos. El problema aquí es que la Corte no está castigando la discriminación, sino la falta de un vocabulario florido.
Ahora, establezcamos que los ministros de la Suprema fallaron para que se establezca acción legal en contra de un mexicano – o extranjero – que emplee “cualquier término”, insultante o no, que sea discriminatorio para otra persona. ¿Qué va a pasar cuando en los estadios toda la tribuna le grite “¡PUUUUUUTO!” al portero del equipo rival? ¿Van a arrestar a todos? ¿A castigar al equipo? ¿A cambiar la mentalidad del mexicano común por que “denigrar a alguien” es contrario a la ley?
Está bien, acepto que el ejemplo anterior sería uno de los casos más extremos, pero si lo aterrizamos a la vida cotidiana, pienso que los jueces de todo el país estarán saturados por todos los “pendejos”, “no sirves para nada”, “estás bien güey”, “pinche jodido” y todos los términos que se escriban o articulen con afán de discriminar a alguien más. Probablemente nos arresten a todos en el transcurso del siguiente mes.
En Heroísmo Agonizante 101 no buscamos crear conciencia en los lectores ni llamamos a la desobediencia civil – sabemos que quienes leen lo que aquí se escribe tienen un amplio criterio-, simplemente ejercemos nuestro derecho a opinar y expresar que la Suprema Corte de Justicia se quedó corta – o se excedió – en sus funciones. Usted decida.
Las palabras son palabras. El problema es el uso que se les da. Y eso, amigos míos, no se logra legislando en contra del uso de una palabra u otra. Esa es una solución reactiva. La única medida que puede evitar la denigración – mediante palabras, acciones u omisiones – es la educación.
Las palabras no hieren. Hiere el que las profiere.
Mientras tanto… Veremos.