
«Por obligación».
Si tuviera que enumerar todas las cosas que, por obligación, he hecho o dejado de hacer, no sabría por dónde empezar. Me parece que no han sido muchas. O será que tal vez, por fortuna o distracción, no las recuerdo todas.
Abandoné la pintura y las caricias de mi abuela. Renuncié a la búsqueda del tesoro y a la compañía de un perro. No luché contra extraterrestres ni viajé a la Luna. Dejé de jugar con tierra.
Terminé la relación con una novia. Quizá dos. No eran las mejores, decía mi mamá.
Escogí una escuela. Era la mejor, decía mi papá.
Me interné en una isla verde llena de fieras, salvajes y caníbales. Es lo que hay que hacer, decía mi jefe. Ascendí en el escalafón. Es lo que se espera, decían mis compañeros.
Por lo que establecía mi contrato, subí a aviones por negocios, no placer. Recorrí países lejanos y lugares extraños. Asistí a juntas y a reuniones con personas raras que hablaban en lenguas y no me caían bien.
Escribí textos que eran míos, pero no. Deserté en la cruzada de ser yo.
Disculpen si hago una pausa en mi cuenta. Pensando en todo lo que, obligado, hice y dejé de hacer, llegó a mi mente el recuerdo de una mujer que amaba, pero que siempre odió verme con camisas de vestir. Y a mí me gustan mis camisas.
Rogelio Rivera Melo
7/02/2024
* * * * * *
Taller de Escritura
Centro Cultural Lorca
Mérida, Yucatán, México