Siempre creyó que los manuales eran una pérdida de tiempo.
Jamás había leído las instrucciones de nada. ¿Para qué? Siempre creyó que los manuales eran una pérdida de tiempo. Pero nunca antes había caído en sus manos un arma de destrucción masiva.
Cuando la tuvo en sus manos, fue la primera vez que se interesó en el cómo, el cuánto y el porqué del funcionamiento de algo.
En la caja no había manual. Buscó en línea el instructivo, la guía del usuario, las recomendaciones y las comparativas; intentó hallar la nomenclatura, las estadísticas, la simbología, datos sobre lo que se puede hacer y lo que no, sobre las condiciones ideales para el funcionamiento óptimo de su Wunderwaffe.
No encontró instructivo alguno, ni en las bibliotecas, ni en los foros especializados, ni en las redes sociales o los vídeos del Internet.
Por último llamó al fabricante. Pero se negaron a darle información. Al parecer todo el asunto era un proyecto secreto y los fabricantes de armas se toman en serio la discreción.
Mil y un preguntas llegaron a su mente: ¿Cuánto dura la batería? ¿Qué desencadena las reacciones en cadena? ¿Para qué sirven los foquitos negros que se encuentran en su tablero de control? ¿Porqué parpadean sin control?
¡Oh, por Dios! ¿Cómo se enciende y cómo se apaga? Ni siquiera eso sabía.
Y al final comprendió que el verdadero poder no radica en entender el modo en que se utiliza un arma tan poderosa.
El secreto no está en usarla, sino en tenerla.
Y al menos estaba seguro de que ya era suya.
Al carajo las instrucciones.
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Texto por Rogelio Rivera Melo.
Jajaja
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