Un objeto rectangular con densidad diferente.

Después de pasar una u otra vez por los arcos de seguridad del aeropuerto, uno va tomando práctica para hacer ese trámite mas rápido y de manera más eficaz.

En mi oficina tienen un dicho: "Con tantos años de marquesa, ni modo que no hayas aprendido a mover el abanico".

Y aun así, con toda la experiencia, los encargados de la seguridad en el aeropuerto siempre logran sorprenderme. Pero hoy se lucieron.

Llegas al aeropuerto en taxi. Vas a los módulos automáticos para obtener el pase de abordar. Te diriges a la entrada a las salas de abordaje. Y te encuentras con los arcos de seguridad.

Es en ese momento cuando uno se puede dar cuenta de la experiencia viajera de las personas que lo hacen en avión. Y es que pasar por los benditos arcos es una actividad que tiene su liturgia propia.

Todo el ritual está encaminado a ser engorroso y molesto. Dicen los que saben (lo vi en Alerta Aeropuerto) que el objetivo es identificar a quienes se ponen nerviosos.

Te formas en la fila. Encuentras una bandeja de plástico en la que debes acomodar todo, de manera tal que el operador de la máquina de rayos x pueda ver si traes líquidos o no.

(Parece ser que lo único que detectan de manera inmediata son los líquidos).

Una vez pasé por el arco con 5 tabiques de medio kilo de una masa rojiza, pegajosa y fragante: mole rojo. Los de seguridad ni se inmutaron.

En cambio, otra vez una conocida mía fue detenida cuando los guardias encontraron una botella de licor que había comprado en las tiendas del aeropuerto. Los encargados parecían entusiasmados por el hallazgo. Pero ella no les dió gusto. Se bebió de un tirón el contenido completo antes de entregarles la botella vacía.

Hoy me saqué el cinto y la chamarra con tiempo. Los metí en la maleta. Ahí también están ya la cartera y las llaves, junto con la bolsita de monedas.

Mientras estaba en fila, tomé dos charolas de plástico. Una para el celular, la tablet y la cámara. La otra para la maleta.

Llego al arco ya despojado de todo lo metálico menos los clavos de adamantium de mi hombro y el esqueleto de vibranium. Es raro que a esos tampoco los detectan los detectores cuando paso por debajo.

A un lado también pasan mis dos bandejas. Lo electrónico lo hace sin problema. Pero la maleta no sale por el otro lado.

El operador mira la pantalla.Me mira a mi. Llama al supervisor. Éste se acerca. El primero le dice algo en voz baja. Me miran. El supervisor viene hacia mi.

"Vamos a revisar su maleta. Hay un paquete rectangular con densidad diferente", me dice.

Pienso rápido. Paquete rectangular con densidad diferente. No. Pues no recuerdo haber guardado un paquete rectangular con densidad diferente. "Revísela", le digo mientras pienso en todos los episodios de Alerta Aeropuerto que hemos visto.

Se pone guantes. Abre el cierre de la mochila. Saca la chamarra. Saca mi gorra y mi estuche de lentes. Y de pronto, ve el paquete. Y yo también.

En efecto, es rectangular y tiene una densidad diferente. Es un libro nuevo que llevo. Sigue dentro de su envoltura de papel celofán.

Lo saca y mira la portada. Lo tiene en sus manos. Y me pregunta "¿Qué es esto que lleva? ¿Es un vídeojuego?"

¿De verdad, señor guardia de seguridad del aeropuerto internacional más grande de México?

"No. Es un libro", le digo.

"Ábralo". Rasgo el papel y lo hojeo. "Ah, perfecto. Puede pasar".

Estoy en la sala de abordaje esperando para subir al avión. No sé qué pensar.

Quizá, hoy en día, no sea muy común que la gente viaje con estos objetos rectangulares de densidad diferente. Quizá el operador de los rayos x tenía un celo excesivo en el cumplimiento de su deber.

O tal vez, el supervisor sepa del poder intrínseco que posee un libro, capaz de derrocar gobiernos, cambiar las mentes y enseñar a fabricar armas de destrucción masiva. No lo sé.

Pero me gustaría saber que esos objetos rectangulares con densidad diferente no son la anomalía, sino la constante en las mochilas de la gente.

Al menos para que no me detengan en los arcos de seguridad de los aeropuertos cuando viajo en avión.

Veremos.

Categorías: Retórica de lo Trivial | Deja un comentario

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