Por Rogelio Rivera Melo.
El 10 de abril de 1864, el archiduque Ferdinand Maximilian Joseph Maria von Habsburg-Lothringen, conocido en México como Maximiliano de Habsburgo, fue proclamado Emperador.

Escudo de Armas del Imperio Mexicano.
Desde el ofrecimiento que los conservadores mexicanos le hicieron a Maximiliano en el Castillo de Miramar, en Trieste, Italia, hasta su fusilamiento en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, la trágica historia del archiduque extranjero que vino a México con la intención de gobernar sobre un pueblo desconocido es uno de los capítulos nacionales menos conocidos por los mexicanos.
Convencido de que podría hacer mucho por los habitantes de su nuevo imperio, a su llegada a la ciudad de México, el gobernante se estableció en la fortaleza militar ubicada sobre el cerro de Chapultepec, a la que llamó «Castillo de Miravalle».
En una carta a su madre, escribió sobre su nueva morada: «El valle de México es como un inmenso manto de oro rodeado de enormes montañas matizadas con todos los colores desde el rosa pálido hasta el violeta o el más profundo azul cielo, unas rocosas y quebradas y oscuras como las costas de Sicilia, las otras, cubiertas de bosques como las verdes montañas de Suiza, y entre todas ellas las más hermosas eran el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl».
Si algo me ha enseñado la historia del Segundo Imperio Mexicano es que uno no debe cambiar Miramar por Miravalle. O puede acabar en Las Campanas.
El Segundo Imperio Mexicano, una era histórica épica de nuestro país que merece ser aprendida y conocida por todos los mexicanos.
Incluso podemos hacer un recorrido por Miravalle. Los invito.
Veremos.
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