Por Rogelio Rivera Melo.
En la ciudad de México hay una estatua de Winston Churchill con la frase «La Tierra es generosa. Hay suficiente para todos. Juntos vayamos adelante».
Ayer, señor primer ministro, sus paisanos nos demostraron que la Tierra no es tan generosa después de todo, que no hay suficiente para todos y que podemos ir juntos hacia atrás.

Ay, Mr. Churchill (Foto por Rogelio Rivera Melo).
Durante la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro británico Winston Churchill era considerado un gigante político por todo el mundo. Pero aunque fue él quien se erigió como EL estadista y genio militar que venció a las fuerzas de Adolf Hitler, los ingleses votaron para sacarlo del cargo al terminar la guerra.
Winston Churchill fue uno de los primeros políticos europeos en proponer y defender la idea de la unión de la Europa continental en un solo bloque. Sabía que la añeja enemistad entre Francia y Alemania volvería si no se encontraba un mecanismo de cohesión entre esas naciones. También sabía de la peligrosidad de la Unión Soviética por el poder con el que había surgido del conflicto bélico en contra de los nazis.
Sin embargo, Churchill consideraba que el Reino Unido no debía ser parte de la Europa unificada, apostándole a un futuro británico ligado al de los Estados Unidos como heredero legítimo del poder imperial inglés.
76 años después del armisticio de la Segunda Guerra Mundial, la decisión BREXIT para que Gran Bretaña salga de la Unión Europea – formada en 1993 – deja a Europa en una situación de incertidumbre política con Alemania como el principal controlador de las potencias centrales, con Francia queriendo mantenerse al parejo de Alemania, con una situación de fervorosas pasiones nacionalistas en varios países y con decenas de naciones empobrecidas dependientes de la riqueza económica de otras que están hartas de pagar las deudas. Y no hablemos de la volatilización de los mercados monetarios mundiales.
Quizá estoy equivocado, pero existen enormes similitudes entre las actuales y las de 1914, justo antes de la Gran Guerra. Con la diferencia de que ahora Rusia no es un país asolado por la revolución en contra de los zares, sino todo un lobo hambriento al que se le está soltando la cadena poco a poco y de que los Estados Unidos no son el heredero legítimo de los ingleses, sino una nación en la que un payaso está buscando ser llamado presidente.
Hoy, Gran Bretaña está sentando un precedente para las naciones de la zona Euro, un territorio que se ha visto inundado por el flujo de refugiados y desplazados por los conflictos bélicos, políticos y religiosos de Medio Oriente. El discurso de odio xenofóbico a ambos lados del Atlántico se está volviendo una realidad tangible casi tan peligrosa – yo diría que más – como en la época en que un austriaco de poca monta inflamó a todo un continente y al mundo.
¿Qué vendrá después? Si la política fuera una partida de naipes, en este momento no podría asegurar nada. Todos tienen sus cartas pegadas al chaleco y están esperando a que la apuesta no sea tan alta como para no poderla pagar. El problema es que ya nadie piensa que el juego es divertido.
Mientras tanto, veremos.