Cuando la belleza cuesta (y duele)
Con pelos y señales. Por Rocío Sánchez
Si bien pareciera que el dolor es el sacrificio que se ofrece en pos de la hermosura, ¿cuánto realmente podemos soportar? ¿Qué estamos dispuestas a perder?
Muchas (demasiadas) mujeres hemos escuchado esa frase a lo largo de nuestras vidas: “la belleza cuesta”. Puede venir de boca de nuestra madre, de una amiga o de la vendedora que quiere convencernos de comprar la crema antiarrugas más costosa. No profundizan mucho más, pero esas tres palabras sintetizan la sentencia con la que, se nos dice, debemos cargar toda la vida.
El trasfondo de esa expresión es: la belleza cuesta, pero vale la pena pagar el precio porque una mujer sin belleza no es mujer, o lo es menos que otra que sí “para el tráfico” o inspira poemas o atrae miradas o merece ser llamada “hermosa” por la mayor cantidad de personas posible. Tienes que ser bella porque es lo que te toca cuando eres mujer; tu beldad es tan importante porque te asegurará un lugar en el mundo.
“Yo me arreglo para mí”, decimos todas cuando justificamos la ropa que elegimos, el color del que teñimos nuestro cabello o el maquillaje que usamos. Pero, ¿qué tan cierto es? ¿No notamos una voz de fondo que nos guía para determinar aquello con lo que nos sentimos más guapas? ¿No será que también queremos cautivar a los demás y darles una imagen agradable a quienes nos observan?
Pero quizás la pregunta central es ¿hasta dónde necesitamos llegar para sentirnos conformes con nuestra apariencia, sea porque queremos gustarnos a nosotras mismas o gustarles a los demás?
Hoy en día podemos echar mano de diversas herramientas y la más radical de ellas es la cirugía. Tan común es que muchas busquemos “vernos mejor” (¿mejor que qué?, ¿mejor que lo que soy?) que las operaciones estéticas son cada vez más comunes y más baratas.
Prácticamente cualquier mujer puede encontrar una opción al alcance de su bolsillo para modificar su cuerpo mediante el bisturí. Y es justo en el punto antes de llegar al quirófano donde deberíamos recordar la otra versión de la frase de la que partimos: “la belleza duele”.
Si bien pareciera que el dolor es el sacrificio que se ofrece en pos de la hermosura, ¿cuánto realmente podemos soportar? ¿Qué estamos dispuestas a perder? ¿Cuánto creemos que vamos a ganar y cuánto realmente ganamos después de una cirugía plástica?
La voz de María, una joven mujer que atraviesa por una complicación de un procedimiento médico estético, arroja luz sobre éstas y otras preguntas: “Las mujeres, siempre queremos ser más bellas, casi nunca estamos a gusto con la que somos. Queremos algo más: más bubis, menos abdomen, una barbilla más marcada, menos papada, más pómulos, menos cachetes, más pompis, menos cadera, una piel más perfecta, un color de ojos diferente, y así podría enumerar miles de cosas. Y es esta ansia de vanidad la que muchas veces nos lleva a dar pasos desesperados en los que no prevemos todos los riesgos. Claro que existimos de todo tipo de mujeres: las que estamos dispuestas a arriesgar lo que sea para conseguirlo y las que pensamos que estamos dispuestas… Resulta que algunas, cuando decidimos hacernos una operación y por alguna razón no sale como estaba planeado, nos damos cuenta de que toda belleza física pierde su importancia cuando está de por medio tu salud y tu vida. Hoy puedo decir que la belleza física pierde su valor para mí cuando me veo preocupada, sacrificando y temiendo perder lo más importante que tengo en la vida: mi familia. Mi esposo y mi hija son lo más bello que tengo. Me doy cuenta de que saliendo juntos en la foto somos perfectos, somos más que bellos. A algunas nos basta con la primera vez para que se convierta en la última. Hoy comprendí que mi belleza duerme y despierta a mi lado cada día. Por eso, si estás pensando en hacerte un arreglito, darte una ayudadita, aunque sea lo más mínimo y creas que no es peligroso, investiga, pregunta, revisa opciones y siempre, siempre elige la que sea profesional. Pero ante todo, evalúa; siempre hay riesgos. ¿Cuánto estás dispuesta a poner en la cuerda floja por lograr ese cambio que tanto ansías?»