Con pelos y señales I. Por Rocío Sánchez
«La tendencia a la extinción del vello corporal en púbis, axilas y piernas (femeninas, claro está) hizo que la campaña publicitaria de la cadena de ropa American Apparel desatara gran polémica al promover su línea de lencería con maniquíes que mostraban un tupido peluquín en la entrepierna».
¡Pelos, pelos!
Todavía recuerdo cuando las multitudes invitaban al destape al grito de “¡pelos, pelos!”. ¿Cómo? ¿Todavía lo hacen? Parece una interesante contradicción en el contexto actual, en el que lo estético –o peor, lo “higiénico”– es no tener pelos.
Obviamente, me refiero al vello púbico, que ha seguido la tendencia a la extinción de sus similares en axilas y piernas (femeninas, claro está). Tanto es así que la cadena de ropa American Apparel desató gran polémica al promover su línea de lencería con motivo del Día de San Valentín con maniquíes que mostraban un tupido peluquín en la entrepierna.
No es que sea fan de las estrategias de publicidad de la marca, que se caracteriza por su sexismo al anunciar, por ejemplo, sus nuevas aperturas con fotografías de chicas con las piernas separadas, pero sí que me gustó este reto lanzado a quienes miran sus aparadores. La escena, colocada en un barrio de Nueva York y no como una campaña para toda la cadena, atrajo todo tipo de reacciones, la mayoría en rechazo al pelo estratégicamente colocado, por considerarlo sucio, de mal gusto o vulgar.
En los años noventa, era yo casi una niña cuando vi mi primera revista Playboy. Entre otras cosas, me llamó la atención el estilo “mohicano” que se veía en los pubis de las modelos. Me parecía curioso que incluso esa zona debiera tener un arreglo especial. Dejé de mirar esas páginas durante muchos años, y por ahí de 2005, otro ejemplar cayó en mis manos. ¡Sorpresa! Todo el vello había desaparecido en las fotografías.
Pensándolo bien, no debí sorprenderme tanto. La industria porno había dejado lampiñas a sus actrices varios años antes de eso, y esa moda permeaba cada vez más en el gusto de los hombres y mujeres comunes y corrientes.
Con todo, nunca me ha parecido aceptable el mandato de eliminar el vello de esa parte del cuerpo. ¿Has probado las diversas formas de quitarlo? No importa si eres hombre o mujer, seguro entenderás de lo que hablo.
La opción uno, rasurarlo, parece inofensiva –salvo por el evidente riesgo de cortaduras– y hasta atractiva cuando ves el resultado inicial: una piel tersa y “libre”. Pero esto dura apenas uno o dos días, al cabo de los cuales el vello vuelve a crecer acompañado de una picazón absolutamente antisexi, sin mencionar lo rasposa que se puede tornar la zona conforme pasa el tiempo.
Opción dos: cera. Baste decir que arrancar los vellos de un área tan sensible es poco menos que una tortura, además de la dificultad de alcance y la posibilidad de quemaduras (cuando se hace con cera caliente) o aquellos incidentes donde, por más que jales, la cera se queda pegada en el pelo y éste permanece obstinadamente en su lugar. En caso de que logres completar tu objetivo, es muy posible que la inflamación posterior evite que sea un trabajo digno de exposición inmediata.
Opción tres: láser. Si bien las técnicas de depilación con este rayo van evolucionando cada día, aún no conozco una que evite el dolor. Tras haber pasado por él durante varios meses, comparo el procedimiento con colocar cientos de veces, durante medio segundo, quizás, la punta de una plancha caliente sobre la piel. Mientras más grueso sea el vello, mayor el calor que absorbe; ahora suma a esto la sensibilidad de la zona genital. Para colmo, debes pasar por el rasurado antes de poder someterte a este tratamiento.
Pero la razón por la que encuentro innecesario pasar por estos menesteres no es exactamente su dificultad o las molestias que causan. Más bien me parece inadecuada la obstinación en relacionar la pulcritud con la ausencia de vello. O sea, hoy en día, si quieres estar in, debes quitarte el pelo de ahí o arriesgarte a ser tildada de fodonga, sucia o descuidada. En lo personal, me parece que eliminar el vello púbico está más cerca de infantilizar el cuerpo femenino que de llevarlo a los más altos estándares de belleza. Pero esa es mi opinión.
Claro que una recortada de vez en cuando no cae nada mal, y por favor, hombres, si lo van a exigir, al menos ofrezcan lo mismo en retribución. Jugar con el corte de este pelo no es tampoco una herejía, y si a ti te estorba y prefieres borrarlo del mapa, igual está bien. Lo que creo que no debemos aceptar es que se imponga un sólo criterio, o lo que es lo mismo, un sólo look para down there.
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Y a usted, lector, lectora ¿cómo le gusta el look? ¿Rapado, peludo, al natural, con dibujitos? ¿Que opina de estas tendencias? Nos interesa saber. Deje sus comentarios y que el mundo siga girando.
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