Por Rocío Sánchez
La doble moral de nuestro vecino del norte es digna de estudios sociológicos, psicológicos, etnográficos y provenientes de todas las ciencias sociales posibles. No es que de este lado de la frontera no se cuezan habas, pero para lo que quiero contarle tenemos que recordar que los Estados Unidos son un caso especial de rechazo a los temas sexuales (siempre y cuando no se trate de pornografía o de publicidad).
Una de las joyitas de este puritanismo –no encuentro de qué otra forma llamarle– es que una preocupada mamá de Michigan haya pedido que se retire de la escuela de su hija el Diario, de Ana Frank. El libro escrito por esta niña judía, víctima del Holocausto, fue impugnado con el argumento de que contiene “material inapropiado” para ser leído por su hija de séptimo grado, algo así como primer año de secundaria mexicana.
Esta exaltación se debió a que el grupo estaba leyendo la versión “definitiva” del libro, la cual incluye más o menos 30 por ciento de material extra que había sido dejado fuera de la edición original de 1947, según informa el diario británico The Guardian, en su nota al respecto. En especial, el pasaje alude a lo que encuentra entre sus piernas: “Hasta que tuve 11 ó 12 años, no me había dado cuenta de que había un segundo par de labios en el interior, de forma que no podías verlos. Lo más gracioso es que pensé que la orina salía por el clítoris”.
Pero la adolescente, famosa por haber narrado sus vivencias mientras se escondía con su familia para evitar ser llevados a campos de concentración nazis, ahonda en los detalles. “Cuando estás de pie, lo único que ves desde enfrente es vello. Entre tus piernas hay dos cosas acolchonadas y suaves, también cubiertas de vello, que se presionan una contra la otra cuando estás de pie, de manera que no puedes ver hacia adentro. Esas cosas se separan cuando te sientas y son muy rojas y un poco carnosas por dentro. En la parte de arriba, entre los labios externos, hay un doblez de piel que, si lo piensas bien, parece una burbuja. Ese es el clítoris”.
Para empezar, me da la impresión de que esta mamá indignada nunca en su vida ha tomado un espejo y mirado su vulva. La mujer afirmó que estos y otros pasajes (no especificó cuáles) hicieron a su hija sentir “incómoda”. Argumentó que el libro es “casi pornográfico” para los alumnos de la edad de su hija (más o menos la misma que tenía Ana Frank). “Es inapropiado que un profesor dé este material a los chicos cuando en realidad es trabajo de los padres darles esta información”, consideró.
No me imagino cómo una niña de 12 años podría sentirse más cómoda de escuchar semejante relato por parte de su madre que de leerla proveniente de otra niña como ella, que además vivió hace más de 60 años. El cuerpo femenino sigue siendo igual, los adolescentes experimentan cambios que les generan curiosidad, tanto en aquella época como ahora. ¿Qué de pornográfico tiene este fragmento? No es más que una descripción de la anatomía femenina, igual que la que podemos encontrar en cualquier libro decente de biología. La señora asegura que no pretende que se prohíba ningún libro, pero pide que esta versión del libro sea removida de la escuela.
Por fortuna, hay organizaciones civiles como el Proyecto Derecho de los Niños a Leer, parte de la Coalición Nacional contra la Censura, que ya están, literalmente, con el dedo en el renglón. Menos mal que la señora no tiene el poder de cierto Secretario de Gobernación que una vez hizo que despidieran a una profesora por hacer que sus alumnas leyeran Aura, obra de un gran escritor que nos dejó hace apenas un año, Carlos Fuentes.
